Estos días se han compartido numerosas imágenes de custodias valiosas, lluvia de flores por las calles, incluso pequeñas procesiones supliendo el deseo de recuperar expresiones de una religiosidad pre-Covid. A la vez, pude participar en la “Primera Misa” de Jorge Ruiz, un cura joven, con la “L” de prácticas que de manera sencilla expresó otro modo de vivir y celebrar el misterio de la comunión. Así que creo que bien merece la pena hoy, dedicar este espacio a sus palabras y a su invitación final. Aquí van:
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“Cuando queremos afirmar que no tenemos intimidad con alguien solemos decir: ‘Yo nunca he comido con él’, como si ese dato fuera un argumento de peso. Y es verdad: más allá del alimento, la mesa tiene una fuerza a todos los niveles en aquellos que la comparten.
Los grupos estables de convivencia nos van a ayudar a entender lo que acabamos de escuchar. Es el relato de la cena más bella jamás contada (…) A nosotros, que conocemos el final de la historia, quizá ya no nos sorprenda el Jueves Santo (…) Pero hoy, en esta celebración del Corpus Christi, no solo agradecemos y contemplamos este misterio, sino que somos parte de él. Porque los que aquí estamos, somos su grupo estable de convivencia, llamados a repetir lo mismo que él hizo.
Los antiguos lo expresaban de una forma muy bella al comulgar: ‘Tomad aquello que sois, cuerpo de Cristo; sed aquello que tomáis, cuerpo de Cristo’. O traducido a un lenguaje publicitario, somos lo que comemos. ¿De verdad somos lo que comemos?
- Cada vez que comulgamos, cada vez que comemos el cuerpo de Cristo, no es un premio a la buena conducta o un rito más. Es querer que Cristo entre en mi vida para desplegar en ella toda su fuerza: para sanar, para curar, para querer, para bendecir.
- Cada vez que comulgamos, apostamos por poner lo mejor de nuestra parte unida a la suya –que siempre es buena– para hacer de este mundo un hogar mejor.
- Cada vez que comulgamos, nos convertimos en ese grupo estable de convivencia que quiere regalar al mundo un mensaje de esperanza, una presencia que lo bendiga y lo salve.
- Cada vez que comulgamos, somos Cuerpo de Cristo que entra al templo para unirse más a Él y sale por la puerta para amar más como Él. Y esto es inseparable. Por eso somos lo que comemos, por somos aquello que tomamos.
Las circunstancias actuales no permiten la procesión del corpus tal y como la conocemos. Pero sí es una buena oportunidad de que, al salir, seamos conscientes de que todos salimos siendo cuerpo de Cristo. Bien podríamos tirar flores a nuestro paso porque dentro de nosotros va el Santísimo… ¡y cuánto bien nos haría vivirlo así! Sabiendo que todos somos un espacio sagrado, donde habita Cristo y donde, comiendo, nos hemos comprometido a entregar lo mejor de nosotros mismos. Como él hizo aquella noche y como nos sigue invitando a su grupo estable de convivencia cada domingo y cada día. Que así sea”.
Fin de la cita. Lo dicho. Tirémonos flores. Más y mejor. El mundo sería más bonito, con más color y mejor olor. Y quizá, de paso, perdamos el miedo a hablar de lo solemne y profundo con palabras e imágenes que todo el mundo entiende. No por nosotros; por Él, con Él y en Él…