La Real Academia Española define el totalitarismo como el régimen o doctrina en el que “el Estado concentra todos los poderes en un partido único y controla coactivamente las relaciones sociales bajo una sola ideología oficial”.
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Las características que se desprenden del breve enunciado son varias, y quizás la más importante es que no encierra el totalitarismo en un sistema de gobierno, sino en una doctrina que concentra el poder en las relaciones sociales desde la ideología.
Que las relaciones sociales puedan estar permeadas por la ideología no es extraño, lastimosamente sobran los ejemplos de sociedades divididas por la política, familias enemistadas, pueblos enfrentados, grupos sociales discutiendo con argumentos alejados de cualquier orden y razón.
La convivencia compartida de la realidad
Otro de los rasgos que propone la definición es el tema del partido único, una casta de poder que permea todos los grupos y asociaciones sociales, en la que no es posible pensar distinto. O todos están en el mismo partido, o son enemigos. El flaco favor de ver la política desde lo dicotómico y no, desde lo complementario.
La otra característica se refiere a los poderes, porque la democracia no es solo votar ni ser mayoría, — eso es relativamente fácil— sino también la independencia de poderes, la neutralidad en las decisiones de uno sobre otro, la corresponsabilidad que debe entenderse desde una subsidiariedad horizontal.
En este sentido, la independencia y autonomía de los poderes, entre sí, es la clave para que la institucionalidad de un país democrático prevalezca por encima de los egos inflados de muchos de sus líderes.
Sin embargo, el totalitarismo puede comenzar en el yo, en la propia persona, en su pequeño y minúsculo grupo social, cuando se pretende imponer a los demás desde un único modo de pensar y de actuar.
Es esta visión de gueto, que se alimenta de la ideología segregacionista de unos contra otros, la raíz de muchos de los totalitarismos de la actualidad, y si no en la acción, sí desde la intención.
Los papas han hablado de totalitarismos
El papa Benedicto XVI ofreció una definición clave para entender qué es el totalitarismo, desde un claro y sencillo enunciado: “La absolutización de lo que no es absoluto, sino relativo, se llama totalitarismo”, dijo.
Porque lo racionalmente absoluto no puede relativizarse, como la vida, la persona humana, sus derechos y deberes; y lo relativo no puede absolutizarse, como la violencia, la guerra, y tantas otras formas de división y exclusión social.
El papa Francisco, en su forma peculiar de comunicarse lo describe de manera más incisiva. Él habla de ‘los totalitarismos de lo relativo, ‘fundamentalismos ahistóricos’, ‘eticistas sin bondad’, e ‘intelectualismos sin sabiduría’ (EG 231).
Actitudes claves para interpelar e interpelar(se), desde la realidad objetiva, y así comprender el trabajo permanente en alejarse de cualquier postura totalitaria, que en el fondo, es mezquina y dictatorial.
Por Rixio G Portillo R. Profesor e investigador en la Universidad de Monterrey.