Desde las líneas magisteriales de Laudato si’, el papa Francisco nos invita a una conversión ecológica. Nuestra obligación moral es cuidar el planeta que nos sostiene y nos nutre y que alberga toda vida, como si fuese el vientre de una gran madre en perpetua gestación.
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En los años 30 y 40 del siglo XX, Teilhard de Chardin hablaba ya de la sacralidad de la Tierra como obra sagrada de un Dios sagrado y de la sacralidad de la evolución que nos recibe desde las manos de Dios y nos conducirá de nuevo a ellas en el punto omega de nuestra historia personal. La idea, aunque hermosa y armónica con los paradigmas científicos del momento, no siempre se logra concretar en propuestas litúrgicas o pastorales creativas. Pero ya empiezan a surgir algunas, siempre novedosas y entusiastas, como cualquier comienzo esperanzado.
La Conferencia Episcopal Francesa publica una revista electrónica sobre ecología integral. Se llama ‘Tout est lié’, todo está conectado. Y ya desde el título es una constatación no solo del origen común de todos los seres de nuestro planeta, sino también de las redes invisibles que nos unen y del destino común que nos aguarda.
La aparición del ser humano
Decía también Teilhard que, en la evolución biológica sobre la Tierra, hubo un paso crucial: la aparición del hombre, la antropogénesis. Fue crucial en dos sentidos: el de la conciencia y el de la libertad. Es decir, es gracias al ser humano que el universo toma conciencia de sí mismo, se vuelve autorreflexivo. Por otra parte, gracias a su libertad, la especie humana puede tomar decisiones racionales que estén a salvo de los vaivenes neuroquímicos de la emoción o del lastre animalesco del mero instinto.
El desarrollo cerebral le ha dado al ser humano, además, una tercera cualidad de un poder extraordinario: la técnica. Ningún otro vertebrado es capaz de modificar los ecosistemas como él lo hace: puede desecar un lago, represar un río, cultivar un desierto, arrasar hectáreas de bosque, contaminar los recursos de agua o hacer subir la temperatura del planeta por el uso irresponsable de los carburantes.
El calentamiento global nos parece hoy el síntoma febril de una enfermedad crónica muy grave. Pero ser conscientes y ser libres a la vez lleva aparejado un peso moral que ninguna otra especie del planeta ha contraído: la responsabilidad. Responsabilidad con los otros y con el planeta; dos dimensiones de una misma obligación de justicia a la que nos invita el Evangelio, porque “todo está conectado”.
Clamor de la Tierra, clamor de los pobres
‘Tout est lié’, la ‘webzine’ de la Conferencia Episcopal Francesa, acaba de llegar a su número 10. “Clamor de la Tierra, clamor de los pobres” es el título del monográfico, un tema sobre el que también versa su Asamblea plenaria de otoño, que se celebra del 2 al 8 de noviembre. Lo recomendamos vivamente. Aquí está el enlace: https://toutestlie.catholique.fr/
Con el mismo título, ‘Todo está conectado’, ediciones Paulinas publica una reflexión sobre la comunicación y el cuidado del planeta en perspectiva franciscana. Es obra del teólogo Martín Carbajo Núñez, OFM, profesor de Ética y Comunicación en las universidades Alfonsiana y Antonianum de Roma. Encontraremos en él interesantes propuestas sobre cómo respetar la red de la vida y cómo vivir la vida en red.
Recomendaciones desde el corazón y el cerebro para habitar los dos universos en que vivimos: el universo biológico y el metauniverso digital. Ahí quedan, queridos amigos, estas dos propuestas de reflexión para iluminar y llenar de esperanza comprometida estos vertiginosos tiempos que nos ha tocado vivir. Feliz lectura.