Teresa García, responsable de Difusión de la HOAC
Responsable de Difusión de la HOAC

Todo queda en casa


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El Papa ha señalado este año como el año dedicado a san José, a la vez que año de la Familia en el marco de ‘Amoris laetitia’ con motivo del quinto aniversario de su publicación, cuyo inicio se realizó, precisamente en la festividad de san José, el 19 de marzo pasado. Conviene leer –si aún no lo hemos hecho– el Mensaje del Santo Padre Francisco a los participantes en el Congreso ‘Nuestro Amor Cotidiano’ para la apertura del año ‘Familia Amoris laetitia’.



El tema de este Congreso fue ‘Nuestro amor cotidiano’, desde una invitación que hace el Papa a releer la encíclica, para lo que recalca que “hoy es necesaria una nueva mirada de la Iglesia sobre la familia: no basta con reiterar el valor y la importancia de la doctrina, si no nos convertimos en custodios de la belleza de la familia y si no nos hacemos cargo con compasión de su fragilidad y sus heridas”.

“Estos dos aspectos están en el corazón de toda la pastoral familiar: la franqueza del anuncio del Evangelio y la ternura del acompañamiento”.

Anunciar el evangelio y acompañar con ternura la vida familiar, poniéndonos al servicio de su felicidad, es el contenido de la misión evangelizadora de la Iglesia en la realidad familiar. Algo que ha de hacerse desde dentro de esa misma realidad humana: “La Iglesia está encarnada en la realidad histórica como lo estuvo su Maestro, e incluso cuando anuncia el Evangelio de la familia lo hace sumergiéndose en la vida real, conociendo de cerca las fatigas cotidianas de los esposos y de los padres, sus problemas, sus sufrimientos, todas esas pequeñas y grandes situaciones que pesan y a veces obstaculizan su camino. Este es el contexto concreto en el que se vive el amor cotidiano”.

El lenguaje del amor

Dice el Papa en ese mismo mensaje que “la gramática de las relaciones familiares —es decir, de la conyugalidad, de la maternidad, de la paternidad, de la filialidad y de la fraternidad— es la vía por la que se transmite el lenguaje del amor, que da sentido a la vida y calidad humana a toda relación. Es un lenguaje hecho no sólo de palabras, sino también de formas de ser”.

Y en la Carta Apostólica ‘Patris corde’ con motivo del 150° aniversario de la declaración de san José como patrono de la Iglesia universal, señala el Papa que uno de los aspectos que caracteriza a san José es que fue padre trabajador. Por eso: “En nuestra época actual, en la que el trabajo parece haber vuelto a representar una urgente cuestión social y el desempleo alcanza a veces niveles impresionantes, aun en aquellas naciones en las que durante décadas se ha experimentado un cierto bienestar, es necesario, con una conciencia renovada, comprender el significado del trabajo que da dignidad y del que nuestro santo es un patrono ejemplar”.

“El trabajo se convierte en participación en la obra misma de la salvación, en oportunidad para acelerar el advenimiento del Reino, para desarrollar las propias potencialidades y cualidades, poniéndolas al servicio de la sociedad y de la comunión. El trabajo se convierte en ocasión de realización no solo para uno mismo, sino sobre todo para ese núcleo original de la sociedad que es la familia. Una familia que carece de trabajo está más expuesta a dificultades, tensiones, fracturas e incluso a la desesperada y desesperante tentación de la disolución. ¿Cómo podríamos hablar de dignidad humana sin comprometernos para que todos y cada uno tengan la posibilidad de un sustento digno?”.

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Así pues, todo queda en casa o, mejor dicho, todo se vive y se refleja en la vida familiar. Las familias trabajadoras son, a la vez, el contexto en el que vivir en lo concreto el amor, el amor cotidiano y el lugar donde ese amor de comunión familiar se posibilita, entre otras cosas, mediante el trabajo digno que puede sustentarla. El trabajo decente hace posible una vida familiar digna, una vida cuidada y cuidadora de todos, en la que aprender que el trabajo es la manera de cuidar nuestro mundo –la casa de la familia común– para hacer posible la vivencia de la fraternidad.

En estos tiempos en que las consecuencias socioeconómicas derivadas de la pandemia han agravado las situaciones de precariedad, de vulnerabilidad, de pobreza familiar, de desarraigo y desvinculación social; en estos momentos en que poder vivir un proyecto de vida familiar se hace más difícil, especialmente para los jóvenes, resulta urgente posibilitar un trabajo decente que haga posible esa vida digna para todas las familias. Por esto es más necesario el compromiso a favor de una vida familiar digna.

“La crisis de nuestro tiempo, que es una crisis económica, social, cultural y espiritual, puede representar para todos un llamado a redescubrir el significado, la importancia y la necesidad del trabajo para dar lugar a una nueva ‘normalidad’ en la que nadie quede excluido”. Así debiera ser en toda familia que se precie de serlo, a imagen de un Dios familia, de un Dios comunión.