El tiempo de verano, habitualmente “invierno del alma”, ha dejado margen holgado a la reflexión y la calma. Quizá ha sido una desconexión inquieta de lo vivido desde marzo, más que desasimiento. Aunque sea difícil de condensar, invitaría a hacer el ejercicio siguiente: buscar tres palabras que definan este tiempo vivido; tres y solo tres, pero que tengan algo especial. Los más creativos, para no olvidar, podrán hacer un buen cuadro o sintetizarlo en tres imágenes.
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Vamos a ello. Mis tres palabras serían las siguientes, sin orden especial:
1. Desesperación
Recurrente y constante, como una vida sin salida, como impacto en el alma por la situación de tantas personas sufriendo y expuestas. No es la primera vez, ni mucho menos. Creo que nuestra época, o puede que siempre haya sido así, corre demasiado rápido en busca de un optimismo fabricado artificialmente como quien va hacia un precipicio aún mayor. Acoger la desesperación y el sinsentido del mundo es, para mí, el momento en el que la pregunta por la vida se abre paso de forma decisiva.
Sin este acontecimiento, en apariencia devastador, la existencia no dispone de hondura suficiente. Siempre me ha asombrado que la Biblia, la Palabra que Dios nos da a todos y decimos que ha sido especialmente recibida por los cristianos, trate el problema del mal como un problema sin fácil solución. El sacrificio del Hijo es cumbre en este diálogo junto con la Vida Nueva.
2. Extraño
Diría, casi igualmente, misterioso o crítico, dependiendo de si hablamos de la vida personal o la exposición al mundo. Elijo extraño, por su etimología: distancia, de fuera, de alejado. Estando “encerrados” lo otro se hacía más otro y, a la vez, impactaba. Para los más sensibles, ha sido duro imaginarse con varias puertas de distancia algo de todo aquello que estaban viviendo y sufriendo tantas personas. No nombraré a ninguno de los muchos que no se olvidarán. La palabra extraño tiene, en este caso, algo también de impropio al ser humano, como rebeldía y rechazo. ¡No es esto lo que deberíamos estar viviendo! ¡No es este nuestro entorno!
Recuerdo que, en el relato de la creación, todo era al principio armonía, equilibrio, conciliación. Lo extraño es todo aquello que nos recuerda lo perdido, o mejor dicho, lo más deseado, lo que nace con más radicalidad de la sinceridad de nuestro corazón, aunque no hayamos estado atentos a ello hasta ciertos momentos de dolor, de prueba, de quiebra interior, de disputa. Jacob luchó contra Dios en el vado de Yabooq y de ahí su nuevo nombre: Israel. Simón será Pedro, precisamente por su terquedad. Y qué nombre será aquel con el que nos conoce Dios a cada uno. Quizá al bautismo se asocie, en la vida, otro fruto de tantos y tantos acontecimientos y respuestas.
3. Intemperie
Ni creatividad de la que sentirnos orgullosos idolátricamente, ni fuerza para superarlo todo porque irá bien, ni resistencia espartana o numantina que nos consuma. Intemperie, recordando a Juan Martín Velasco. Intemperie, pensando en tantas personas sin hogar, en los caminantes que dejan su tierra. Intemperie, por lo insospechado, por la sorpresa, por la exposición que supone una vida simplemente vivida, pero a la que las circunstancias pueden espolear hasta ser desvelada como verdad esencial e hiriente de la condición humana.
Intemperie que recuerda a Abraham, emparentado con Jesús de Nazaret en un camino donde no es posible “asentar la cabeza”, en el que no hay descanso posible o madriguera, en el que solo cabe seguir saliendo una y otra vez porque cada día tiene lo suyo. Intemperie, y nada más, porque, aunque suene romántico, nos rodea el misterio hasta hacernos comprender que somos más que misterio, que tenemos explicación y somos comprendidos en un amor que nos habita. Intemperie para nuestro mundo, hogar como Betania o Tabor para la Vida.
Cualquier tiempo pasado…
Nuestro tiempo no es más difícil que otros tiempos. No vayamos a pensar que somos tan únicos. Antes de esta pandemia, hubo otras. Convivimos en el siglo XX con guerras que han hecho difícil vivir con sentido, norte y esperanza. El siglo XXI comenzó con más enfrentamientos, con más fronteras y con más desigualdad. No todos hemos vivido igual este tiempo.
Tomas Halik, discípulo de Jan Patocka, ambos por descubrir, son más que opositores o resistentes o supervivientes. La Iglesia, para ambos, con los pies descalzos se ha propuesto superar el abismo que separa de “esos otros”. Sin duda, con esperanza frente a las descripciones de lo más humano de lo humano, en los que encontrarnos con un Dios que puede salvarnos.
Invitaría a leerlos, como también a escribir una historia de Auschwitz que relate el bien perfecto vivido en ella, como presencia martirial-testimonial de Dios en la persona expuesta a su gracia, a la persona con libertad infinita en la cruel finitud de su inmanencia. Después de dedicar un tiempo a “Las benévolas” y sus desgarradas descripciones e indolentes reflexiones, me falta el recuerdo más profundo de Hillesum, de Stein, de Kolbe, de tantos otros que han vivido el Amor, el Bien, la Libertad, la Misericordia, el Sacrificio, la Compasión, la Gracia que nos da la Vida.