Fernando Vidal
Director de la Cátedra Amoris Laetitia

Umberto Mariani o la sabiduría del drapeado


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La galería Arte 92 presenta en Madrid un nuevo capítulo de la creación en la que el pintor milanés Umberto Mariani pone toda su atención en los drapeados de los iconos. Este motivo lo inició a comienzos de la década de 1990 y podemos disfrutar del capítulo quinto de ‘Fragmentos de Bizancio’. Un drapeado es una caída de pliegues de un tejido y constituye la forma a la que este artista ha dedicado parte de su obra, la más conocida internacionalmente.



Sus cuadros amplían un detalle de drapeado que el pintor ha captado en una obra, y es tal la sutileza con que lo hace que cuando lo vimos desde el exterior de la galería parecían tela. Sin embargo, enseguida el galerista nos revela que son obras realizadas con ¡plomo fundido! Su apariencia es suave, flexible y hasta cálido.

Los cuadros en los que pone su lupa son iconos religiosos. Según Mariani, “la idea de secularidad y espiritualidad alcanzó su apogeo en los ejemplos de pintura y mosaico bizantino”. Mariani valora que “en el arte bizantino, las formas tenían un valor puramente simbólico y el color poseía significado de un idealismo absoluto. La idea de espiritualidad tiene un significado y un valor exclusivos”.

Por tanto, “el drapeado no tiene un sentido descriptivo ni realista. El drapeado se representa mediante líneas geométricas y formas simbólicas”. Es más: “el drapeado oculta las formas humanas. Solo asoman los rostros y las manos”. Esa es la razón por la que “Forma oculta” es uno de los títulos más frecuentes que otorga a sus obras. Bajo el plomo fundido con la ligereza y ductilidad ondulada de la tela, está la carne humana.

Umberto_Mariani

Esto conecta con el debate que tengo con los diarios de José Jiménez Lozano cuando rechaza el abstraccionismo en pintura y escultura religiosa. Si lo vemos bien, la plástica figurativa que se ha realizado en la mayor parte de la historia es abstracción. En el rostro románico, bizantino, impresionista o barroco, la mayor parte de la forma es abstracción, por la sencilla razón de que sin abstracción no es posible la representación. Nos lo deja claro Antonio López en su pintura hiperrealista cuando deja manchas mudas o inacabadas en sus cuadros o la piel de sus estatuas.

Lenguaje abstracto

La abstracción radical de Marc Rothko, Barnett Newman o Makoto Fujimura –todos con destacada obra de arte sacro que conecta con el paisajismo o drapeados de los iconos– no es alejamiento de lo figural, sino adentramiento en su interioridad, profundización en el aparecer, representación de las mociones que suscita en nosotros, un nuevo lenguaje de signos para poder hablar de lo inédito, conocimiento desde el interior de las cosas o en nuestra experiencia.

El movimiento abstracto ha hecho una relevante contribución para comprender con mucha mayor profundidad la representación figurativa, no como una mera traslación descriptiva, sino como un arte en el que cada pincelada entraña una abstracción, una interioridad que no se puede reducir a la forma. Apreciar el lenguaje abstracto ayuda a ahondar en la espiritualidad de las culturas.

Al estudiar y desplegar la belleza de los drapeados de los iconos, Mariani nos recuerda que cualquier creación del ser humano tiene profundidad, agudiza nuestra capacidad contemplativa y es un canto a lo sublime del detalle.