Tuve la oportunidad de ver una casa cuando estaba en todo su esplendor, era tan impresionante entrar a ese hermoso lugar porque todo ahí hablaba de opulencia y de limpieza absoluta, el cuidado de cada rincón era impecable. Recuerdo, cada vez que entraba a esa casa, me sentía un poco mal por pisar la alfombra tan afelpada, realmente parecía que todo era decoración y nada para usarse, todo ahí era muy hermoso, eso parecía.
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Sus habitantes siempre amables demostraban alegría cuando les visitaba y eso era solo por motivos de trabajo. Qué sensación de bienestar se sentía, era un espacio verdaderamente acogedor. Pasó el tiempo y dejé de frecuentarles, pero mis recuerdos de aquel lugar seguían tan vivos que, a mi regreso, después de muchos, muchos años me enfrenté a una triste realidad, aquella casa que un día me cautivó por sus colores y olores, no era nada de aquel ayer.
Todo estaba en ruinas, descuidado, quien vivía ahí, parecía un auténtico centinela de las paredes, pero no del hogar que un día fue. Todo ahí hablaba de un tiempo de alegría y de abundancia, ahora, eran solo recuerdos de un pasado muy lejano. Qué decepción fue ser testigo de un lugar donde el amor y la alegría se reflejaban en cada espacio, ahora, todo era un descuido total.
“Aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca”
Mi corazón se estremeció cuando aquella persona me comentó que hacía mucho tiempo se había separado, todo comenzó a fallar en la relación y decidieron acabar con su matrimonio. No hice más preguntas, todo me decía que la situación no había terminado nada bien, el reflejo de aquella casa era la muestra de que solo quedaban ruinas. Un espacio sin familia, sin integrantes y sin Dios, es solo eso, un espacio donde no hay nada y que al cabo del tiempo se irá derrumbando.
Siento profundo dolor por aquella familia, que un día vivió y disfrutó de un espacio tan hermoso y que ahora solo queda el recuerdo y alguna que otra foto. He querido reflexionar acerca de este tema, porque muchas personas no saben lo valioso que hay en sus vidas y solo se valora cuando ya no se tiene; para mí, fue un gran impacto ver cómo una familia queda reducida a escombros cuando la fidelidad, el amor, el respeto y el cuidado faltan.
Ellos ahora caminan por rumbos separados, dejando a su paso una estela de recuerdos y como testigo esa casa a la que me gustaba tanto frecuentar por el calor de hogar que ahí se vivía. No dejemos que nuestra casa termine así, que nuestras relaciones en esta vida tengan ese final; para mí, ver el antes y el después, me han hecho reflexionar acerca de lo importante que es el cuidado diario de la familia, cuando se descuida comienzan a derrumbarse las relaciones, el hogar y todo aquello que un día dio tanta alegría.
“El que escucha mis palabras y las pone en práctica, es como aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y arremetieron contra la casa; pero no se derrumbó, porque estaba cimentada sobre roca. Sin embargo, el que escucha mis palabras y no las pone en práctica, es como aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos chocaron contra la casa, y esta se derrumbó. Y su ruina fue grande”. Evangelio según San Mateo 7,24-27