Todos hemos vivido días malos en diferentes momentos de nuestra vida, es una sensación muy especial, es como si todo de pronto se volviera gris y dejáramos de percibir un panorama esperanzador. Tal vez surge alguna dificultad en el trabajo o problemas con personas que parecen no resolverse en el tiempo que nos gustaría, en ocasiones las circunstancias también nos afectan e impiden que veamos un nuevo horizonte.
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Llegamos a sentirnos agobiados al grado que, nada nos da tranquilidad, es como si se tratara de un peso tan fuerte en nuestro diario vivir, que afecta todas las actividades cotidianas, es una incomodidad constante y llegamos a pensar que nada tiene sentido.
Es muy importante reconocer que esa circunstancia que estamos viviendo no será por un largo tiempo, todo lo que nos pasa es momentáneo y transitorio, será momento de mantener la confianza en Dios y trabajar en nuestra paciencia, la que nos va a llevar a notar los diferentes caminos y posibilidades.
“Que los tormentos… sean enseñanza”
Es importante admitir que, no siempre encontraremos soluciones, tal vez, son caminos que nos permitirán avanzar hacia nuevas posibilidades y no necesariamente a encontrar respuestas. Pronto caemos en la cuenta de que en el mal siempre hay algo superfluo, un exceso que lo vuelve incomprensible. Es ese abismo que nos arroja más allá de lo que podemos comprender.
No olvidemos que nuestro corazón está hecho para el amor y la alegría, que ninguna desdicha transforme nuestra esencia, que los tormentos que se presentarán en la vida de cada persona sean enseñanzas que nos harán ser más fuertes y más humanos. Aunque suene paradójico, en ocasiones está bien no estar bien. Ya que eso que nos acontece nos mostrará una forma diferente de vivir.
Las dificultades nos dan oportunidades y la clave será qué hacer con ellas, tomarnos un momento para analizar estas situaciones, así como nuestras reacciones, nos permitirán descubrir algo nuevo, obstáculos que no sabíamos que podíamos enfrentar.
Cristo es más grande que toda desesperanza
Por cierto, mientras escribo esta reflexión, me entero de la separación de un matrimonio a quienes mi esposa y yo apreciamos; tambien me comunicaron la enfermedad severa de otro amigo sacerdote a quien estimo enormemente y… en pocas horas, me comparten el fallecimiento de una gran persona, coordinador e impulsor de mi Ministerio.
A veces la vida no nos da tregua y debemos salir adelante, con toda la tristeza de hacerlo, realmente un día puede definirse como si todo en la vida estuviera mal.
“Más que eso, nos regocijamos en nuestros sufrimientos, sabiendo que el sufrimiento produce perseverancia y la perseverancia produce carácter y el carácter produce esperanza”. Romanos 5, 3-4.
Tenemos a Dios para acudir a Él en busca de ayuda y aliento, aunque estemos en un mundo de pecado, dolor y angustia, Cristo es más grande que toda desesperanza y sin duda, nos puede dar un nuevo día con expectativas. Respira, sólo es un mal día, no una mala vida. Todo pasa y todo es gracia.