Un ridículo bajo palio


Compartir

Quienes estos días reivindican en Cataluña la invitación que Francisco hizo en su día a los laicos para “meterse en las grandes discusiones de la Política con mayúsculas”, imagino que no se refieren a lo que estamos viendo allí, un espectáculo de política-ficción vergonzoso y carcajeante si no fuese por la fractura social. Curioso pensar que hace solo un mes había sacerdotes que reprochaban que se hablase de ruptura…

Poca broma, pues, con envolverse en valores evangélicos a la carta para defender una línea política legítima desde la opción personal, pero discutible también desde el mismo Evangelio por quienes no se casan con la manera cainita en la que se está ejecutando.

Harán bien quienes ponen bajo palio a Puigdemont y a una república a la que el mundo le ha torcido la cara, en no manosear la doctrina social de la Iglesia o en citar a Bergoglio cuando les suena bien y despacharlo con un “eso es opinable” si no les interesa su teoría sobre la autodeterminación.

Quienes sintiéndose hijos de la Iglesia están con la hoja de ruta independentista por las bravas, deberían escuchar el reciente discurso del Papa ante la COMECE, donde recuerda que los cristianos están llamados a “dar nueva dignidad a la política”. Muy poco de esto se ha visto en las últimas semanas en Cataluña. Una dignidad, añade el Papa, “entendida como máximo servicio al bien común y no como una ocupación de poder”. Si el Pontífice estuviera en ese momento pensando en el procés, no lo podría haber expresado con más claridad.

Hay en nuestra historia reciente dolorosos ejemplos de cómo se retuerce el argumentario doctrinal para pegar el ascua de la fe a la ideología y levantar palios a medida. Y Cataluña no se merece que le hagan pasar un ridículo tal que la lleve a ser la portada del Charlie Hebdo.

Lea más: