Enredada en uno y otro compromiso, he estado ausente de las páginas de Vidanuevadigital.com en las últimas semanas. Sencillamente no he podido escribir el acostumbrado blog que me exige tiempo de concentración, de reflexión, de meditación, de oración. Por eso me disculpo con mis posibles lectores y lectoras, a quienes aprovecho para enviar el saludo navideño y, desde ahora, los buenos deseos de Año Nuevo.
Un saludo de alegría como el del ángel a los pastores que hace más de 2.000 años cuidaban sus rebaños en las afueras de Belén: “No teman. Les anuncio una gran alegría” (Lc 2,11), según la narración del evangelista Lucas. Les deseo alegría en Navidad y alegría para todo el año, pero alegría de verdad: no los espejismos que nos vende la sociedad de consumo.
Un saludo navideño que conduzca hasta el pesebre como el saludo de los ángeles a los pastores. Que, cuenta el evangelio de Lucas, “cuando los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: ‘Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado’” (Lc 2,15). Mi deseo es que puedan llegar al pesebre en el que Dios hecho niño abre sus brazos para ofrecer su amor. Y para que el encuentro con ese amor los lleve a dar testimonio, como también cuenta el evangelio de Lucas que los pastores no se quedaron callados: “Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño” (Lc 2,16-17). Testimonio del amor de Dios para dar en Navidad y seguir dando todo el año.
“Les deseo que no pierdan el camino hacia Jesús”
Un saludo de fe y en la fe en Cristo, porque el evangelio de Lucas identifica al niño que nació en Belén: “Hoy ha nacido en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor (Lc 2,11-12). Son mis deseos para que Cristo Señor –que es el amor de Dios por nosotros– pueda nacer en los corazones de ustedes en Navidad y todos los días del año.
Un saludo que lleva una estrella como lo que guiaba a los magos que, cuenta el evangelio de Mateo, buscaban al niño de Belén: “Vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarlo” (Mt 2,2). Les deseo que puedan ver esa estrella y no pierdan el camino que conduce hacia Jesús, dejándose embobar por todas las ofertas de éxito y felicidad que no son sino cantos de sirena.
Un saludo, además, que recuerda las carencias propias y las necesidades de las demás personas porque los pastores encontraron a Dios hecho niño “envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc 2,12). Y acostado en un pesebre, “porque no tenían sitio en el alojamiento” (Lc 2,7). Como tantos y tantas desalojados, desplazados, expulsados de sus tierras, que andan por el mundo buscando un nuevo hogar. Y es, al mismo tiempo, un saludo cargado de regalos como los que llevaban los magos al niño de Belén que, dice el evangelista Mateo, “cuando vieron al niño con María, su madre, postrándose le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra” (Mt 2,11). Extraños regalos para dar hoy que expresan solidaridad hacia las personas que esperan recibir afecto y compañía y que no se compran en los almacenes porque salen del corazón.
Un saludo que también nos haga pensar en los reveses de la vida y de la historia al recordar la trampa que intentó ponerle Herodes a los magos mandándolos a buscar al niño: “Cuando lo encuentren, comuníquenmelo para ir también yo a adorarlo” (Mt 2,8), cuando lo que quería era eliminar a un posible competidor.
Finalmente, y sobre todo, un saludo de paz con aquel primer villancico que entonaron los ángeles anunciando a los pastores de Belén el nacimiento de Jesús: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace” (Lc 2,14). La paz que se hace en el amor y que deseo, de corazón, a lectores y lectores de Vidanuevadigital.com en esta Navidad y todos los días del año 2019.