JUEVES
Uno tiene que aterrizar en Roma para enterarse de que en un seminario español han recomendado no leer Vida Nueva “porque es una revista roja”. Tan roja como la caja roja de Nestlé. Bombones con o sin licor. A elección. Pantone corporativo sobre iniciales en blanco. 100 Magenta. 100 Amarillo. Lo siento por los formandos, a quienes se limita la confianza en juzgar por sí mismos como adultos. Ojalá el único veto fuera esta publicación. Me da que la censura no queda ahí.
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VIERNES
Preparando el encuentro de la familia calasancia. 400 años de las Constituciones escritas de puño y letra por Calasanz. Ángel, entre bambalinas desde hace meses. Lo mismo minuta el acto que se arremanga para limpiar con una esponja mágica de Mercadona el roce de un esquinazo recién pintado. Autoexigencia. Alguien le ha dado un penúltimo encargo: “Por obediencia, disfruta”.
SÁBADO
Pedro Aguado: “Entrega en cuerpo y alma. Solo hay un modo de ser escolapio: a fondo, en plenitud. Cada día, cada alumno, cada trabajo, cada servicio, cada eucaristía, cada oración. No somos llamados a una vida de rutina, sino de creación”. Y Ángel disfrutó.
DOMINGO
Plaza de San Pedro. Rezo del ángelus. A pie de adoquín. Va a ser que las masas han vuelto. Quienes auguraban una fuga irrecuperable tras la pandemia, inculpando de paso al Papa argentino del vacío generado, no estaría mal que se dejaran caer por Roma un domingo cualquiera. Y comprobar cómo el personal, lejos de irse para no volver, regresa. Y con entusiasmo, al ver cómo responden a la petición papal: “Repitan conmigo: ¡reinar es servir!”. Al escucharle, uno también comprende que haya a quien se le revuelva el corazón cada vez que abre la boca, porque hace que vea removerse su silla y su capisayo por mezclarse con los que ensucian el ganchillo de los bajos. Un Papa que cree en el Rey de los últimos es un provocador. “Cristo no quiere en torno a sí servilismo, sino gente libre”.
MARTES
Alguien me hace rescatar unos versos de Migueli que ahora me suenan diferente mientras camino por Borgo Pio. Me traen al corazón la Misericordia de un Dios que no está apuntando los pecados en una lista para echarlos en cara. Un Padre sanamente olvidadizo para perdonar. “Ando apuntando en la arena, las putadas que me hiciste. Pa que suba la marea y me quite este despiste”.