“Como el barro en manos del alfarero, así ustedes están en mis manos” Jeremías 18, 5-9.
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Hace un tiempo me involucré en una iniciativa que sin duda fue inspiración del Espíritu Santo. Se trata de ayudar de manera concreta a las Casas Hogares y ofrecer medicamentos a las Hermanas Misioneras Mayores. Gracias a la generosidad de las personas, he podido ofrecer un poco de recursos, con esta acción vamos haciendo Iglesia, especialmente doctrina social.
Quienes se han sumado a este esfuerzo al ayudar de manera concreta a los necesitados, saben lo gratificante que es dar y darse, especialmente a los favoritos de Dios que son los niños. Es una experiencia enriquecedora, de gran aprendizaje y también me he dado cuenta de algunos aspectos que quiero compartir desde mi conocimiento.
Sin afán de criticar a nadie, me he dado cuenta que en nuestra Iglesia católica existen personas que no saben compartir los dones y talentos que Dios nos ha dado de manera inmerecida, su naturaleza e incapacidad de dar, no es por falta de economía.
Les cuesta dar
Más bien, se trata de un pensamiento cerrado y me refiero a que probablemente estos hermanos piensan así: —De tenerlo yo a que lo tenga alguien más, prefiero guardarlo y quedarme con ese dinero—.
Cuidan con tanto afán sus recursos que verdaderamente les cuesta dar y esto no hace que sean malas personas, lo que sucede es que el tema económico es algo que les agobia y preocupa en demasía. He visto a otras personas despilfarrar sus bienes y dinero, son capaces de comprar objetos de un valor exhorbitante, sin sentir ningún remordimiento.
Mientras escribo esta reflexión veo en una red social a un joven que se encuentra en una gran fiesta, seguramente con sus amigos y se lee en la pantalla: El mejor whisky del mundo. El mesero abre la botella y comienza a bañar al joven con el contenido tan caro. Sin duda es un despilfarro de dinero y bien dicen que “cada quien se gasta su dinero en lo que quiere”.
Cuando no llega el apoyo
Pero esta acción no deja de ser un abuso con un sólo objetivo y es el de aparentar éxito. Volviendo al tema de dar, en este tiempo he sido testigo de una acción frecuente al invitar a colaborar económicamente para los orfanatos, percibo que quienes se niegan a apoyar es porque no reciben nada a cambio y esta realidad les impide compartir, les genera un gran conflicto: Dar y no recibir; triste y real.
Esta actividad en ocasiones me ha llevado a experimentar cierto estrés, debido a que la ayuda no llega y es en esos momentos cuando mi confianza se refuerza en Dios y en la generosidad de los corazones que sí saben y quieren compartir. Un aspecto triste es cuando no llega el apoyo y hay que aceptarlo; por supuesto que es difícil, pero también es parte de esta responsabilidad que asumí voluntariamente.
Me queda claro que este tipo de actividad no es para todas las personas, debido al grado de responsabilidad que implica, pero para ser sincero, ha sido de las mejores cosas que me han sucedido y que le dan sentido a mi vida y Ministerio, por ello quiero invitarte a que te sumes y seas parte de esta ayuda. En esta nueva etapa de la humanidad donde la Inteligencia Artificial es un hito, es momento de volvernos más humanos y creer que juntos como humanidad sabemos y podemos demostrar nuestros verdaderos sentimientos de ayuda y solidaridad a los más necesitados. Si deseas unirte, contáctame.