En medio de la tormenta noticiosa que genera cada viaje del Papa, algunas de sus afirmaciones no son registradas por los muchos periodistas ahí presentes. Más atentos a la aparatosa caída del Papa –que afortunadamente no tuvo consecuencias–, que a otros gestos o palabra importantes, a los medios en general se les escapó una frase clave pronunciada por el Santo Padre en el viaje de retorno a Roma desde Cracovia.
La preocupación periodística estaba centrada en los últimos actos terroristas y especialmente en conocer la reacción de Francisco después del asesinato de Jaques Hamel, el anciano sacerdote francés, mientras celebraba la eucaristía. El Papa, una vez más, no respondió de la manera “políticamente correcta”, dijo que el mundo está en guerra pero que no es una guerra de religiones; afirmó que es injusto asociar al Islam con la violencia, y sin que nadie se lo preguntara avanzó sobre el tema ofreciendo lo que podemos llamar una nueva definición del terrorismo.
Francisco, consciente de que entraba en un terreno arriesgado, comenzó diciendo: “el terrorismo es también, pero no sé si decirlo porque es algo peligroso”. Y luego decide avanzar: “el terrorismo crece cuando no hay otra opción, cuando al centro de la economía mundial está el dios dinero y no la persona, el hombre y la mujer; esto ya es el primer terrorismo.” Después de un breve silencio agregó: “pensémoslo”.
Fijar la raíz del terrorismo, no en los odios de los fundamentalistas religiosos o políticos sino en la injusticia del sistema económico imperante, no es un dato menor. Las potencias económicas son las más alarmadas por las acciones criminales de los terroristas, pero no aciertan a encontrar un remedio que no sea policial o militar. Si se escuchara ese “pensémoslo” del Papa y se volviera la mirada hacia un replanteo del injusto sistema económico-financiero, quizás podrían surgir otras respuestas que vayan más allá de los aspectos policiales.
Un mundo en el que avanza la pobreza, la marginación, la exclusión de naciones enteras, es el caldo de cultivo ideal para todo tipo de violencias. Esta es una denuncia constante de la Iglesia y otras instituciones desde hace muchos años, pero nada parece impactar en los ámbitos en los que se toman las decisiones. La actual afirmación del Papa que pone en relación directa la injusticia social con el terrorismo internacional es un llamamiento que las clases dirigentes se tomen en serio el desafío de ir a fondo en las causas profundas del terror. Mostrarse preocupado y dolorido cada vez que un atentado se lleva vida inocentes no es suficiente.
Esta nueva guerra mundial “en pedazos”, como la llama Francisco, tiene motivaciones económicas que se escudan en cuestiones religiosas o étnicas, y son las mismas motivaciones económicas que en las guerras mundiales anteriores se escudaban en los nacionalismos de la época.
Al menos escuchemos la voz del Papa cuando nos dice “pensémoslo”.