Pueden ser un tiempo de descanso, de relajarse de los agobios cotidianos, de horarios y obligaciones. Conviene no sustituir una causa de stress por otra, no ser demasiado exigente con el tiempo, los lugares y las personas. Intentar aprovechar lo que un contexto nuevo puede darnos, y escucharse en lo profundo, quizás con menos ruido exterior del habitual. Puede ocurrir que lo que encontremos o atendamos no nos complazca; en ese caso, habrá que afrontarlo y ver qué se puede cambiar.
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Como la enfermedad no toma vacaciones, estas semanas me toca trabajar, aun cuando el hospital funciona al ralentí por ser festivos en Tudela. Con parte de la plantilla fuera, hago visitas domiciliarias junto con una enfermera. Atendemos en su lugar de residencia a personas que necesitan cuidados hospitalarios (por lo general, medicamentos vía endovenosa). Un sistema de asistencia primaria consistente debería poder hacerlo también, pero no se suele contemplar en casi ningún lugar, de modo que se organiza desde el hospital. Es un buen recurso, que yo no conocía en persona hasta que llegué aquí. La casa es el mejor lugar para tratarse, o para terminar la vida si esa es la coyuntura.
Amarga decepción
Por lo demás, el resultado de las elecciones generales ha supuesto una amarga decepción para quienes estamos en franco desacuerdo con la forma de hacer política y leyes del actual Gobierno de la nación. Habrá que esperar tiempos mejores, aun cuando parecen poco probables. Y dejar el devenir de la historia –tanto personal como de la sociedad donde nos toca vivir– en manos del Señor de la historia. “El Dios que está en la historia, que camina con la historia”, como formuló monseñor Romero.
Si se introduce una leve modificación de un signo ortográfico en uno de los primeros versículos del Evangelio de Marcos, tomados del profeta Isaías y referidos a Juan el Bautista (desplazar los dos puntos unas pocas palabras hacia la izquierda), creo puede entenderse la vitalidad de la palabra, tan aplicable a nuestro momento histórico: “Voz que clama: en el desierto preparad el camino al Señor”.
Es en el desierto político donde ahora vivimos (nos gustaría que no fuese así, pero no parece tener remedio) donde hay que seguir trabajando por nuestros semejantes y nuestro mundo, más allá de la política, sus absurdos y sus vicisitudes concretas.
Recen por los enfermos y por quienes les cuidamos.