Trinidad Ried
Presidenta de la Fundación Vínculo

Españoles, no estáis solos


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En medio de la inconsolable desolación que viven tantos españoles que han perdido familiares, seguridad, bienes, viviendas y la vida tal cual la conocían, después de las inundaciones del pasado 29 de octubre, espero que no esté demás expresar nuestra preocupación, empatía y solidaridad y que tengan la certeza que su dolor es también nuestro.



Que el barro que inunda aún muchas calles no se adhiera a su alma, inhibiéndoles de ver cuántos seres humanos en el mundo entero están sufriendo con ustedes y orando por su consuelo, reconstrucción y paz como personas y pueblos.

Microdosis de amor

Cuando la tragedia nos supera en capacidad de respuesta y de comprensión, el amor a la vida, a los demás y a la naturaleza es lo único que nos permite dar un paso y raspar fuerzas de donde no hay más que lágrimas. Es por eso por lo que detectar las pequeñas muestras de cuidado, ternura, solidaridad y generosidad pasa a ser demasiado relevante para continuar. Una sonrisa, un gesto de amabilidad, un mensaje de WhatsApp, una botella de agua, la ayuda para limpiar, una caja de alimentos, un abrigo o un abrazo son las raciones mínimas para seguir confiando en que de todo el dolor ya pasará.

Así como en otras ocasiones el pueblo español ha salido en auxilio de mi país por incendios, terremotos, tsunamis y tantas catástrofes naturales, ahora nos toca a los demás contener todas las emociones que surjan entre los ciudadanos de Valencia y todos los pueblos afectados. Las noticias y redes sociales nos han mostrado lágrimas, llantos, gritos, rabia, protestas contra las autoridades y creo que todas las emociones que surjan tienen derecho a ser vividas y ojalá canalizadas para su bien. Que la impotencia y la rabia del dolor vivido no los lleven a la desesperanza, violencia o división.

Inundaciones_Valencia3

Somos uno solo

Para que la tragedia experimentada no aumente aún más de proporción por el caos y la destrucción de los vínculos fundamentales, es fundamental que tengan la certeza de que no están abandonados por el mundo y que somos uno solo, como San Pablo nos enseñó. Puede que no lleguemos con ayuda material a Paiporta y a las otras localidades afectadas, pero la oración, la energía y el amor no tienen problema en llegar a cualquier lugar, y es importante que sepan que está. Es la única forma de recargar el corazón herido para que pueda seguir palpitando en la desolación y soledad.

Es increíble constatar cuántos mueren día a día y que podemos dejar pasar sin dolernos de su dolor. Las víctimas de las guerras en Medio Oriente y en Ucrania. Los niños y mujeres víctimas del contrabando, del narcotráfico, de la violencia y mucho más. Los pobres, los migrantes, las víctimas de incendios, sequías, hambrunas y el calentamiento global. Sufrimiento humano íntimo que se suma como una corriente silenciosa al que aparece en los periódicos y que capta la atención mundial. Lo único que no podemos hacer es volvernos indolentes y creer es “normal” que muchos sufran o mueran. Acompañarnos y solidarizar es lo mínimo que podemos hacer para seguir siendo humanidad y bendecirnos con esperanza mutua cuando algo nos pase.