La intelectual californiana Wendy Brown (Modesto, 1950), esposa de la filósofa de género Judit Butler, ha desplegado su carrera como científica social desde un fuerte activismo demócrata, comprometida en diversas causas y ligada a la Teoría Crítica. En su teoría, el papel del neoliberalismo o hipercapitalismo ha tenido un impacto destructivo en la civilización.
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Sin embargo, en su última obra, titulada ‘Tiempos nihilistas’ (Lengua de Trapo, 2023), profundiza y señala la responsabilidad del nihilismo en la configuración de una cultura trágica que está minando no solamente los derechos sociales, políticos y económicos, sino la sostenibilidad de las democracias y de los Derechos Humanos proclamados tras la que fue la mayor desgracia moral de la Humanidad alrededor de la II Guerra Mundial. Son ese marco moral y alianza civilizatoria los que están agrietándose. Considera que las fuerzas demócratas de todo signo no han advertido de la crucialidad del nihilismo e incluso lo alimentan al expandir el relativismo.
Considera que históricamente la Ilustración provocó la deslegitimación de la autoridad religiosa para la circulación y plausibilidad de los valores. El resultado fue que la Ilustración no solamente creó una nueva legitimación científica y racional de valores, sino que el dominio del valor sufrió un vaciamiento y el principio de verdad fue radicalmente cuestionado al carecer de un soporte trascendente. Como, según sostiene Wendy, ni la ciencia ni la razón son fuentes de creación de valores por sí mismas, no existe reemplazo para un anclaje y fundamento profundo ni una dimensión como la religiosa capaz de generar valores. Según la autora, los valores de la civilización moderna han perdido profundidad, seriedad y capacidad para guiar y crear.
Incertidumbre
La californiana concluye que el ser humano debe aceptar que los valores son creaciones humanas y por tanto la civilización se halla en una situación intermedia donde no puede hallar un fundamento indudable, sino soportar la incertidumbre sobre la bondad de los mismos. En su teoría, el neoliberalismo que arrancó en la década de 1980 aprovechó esa precarización moderna de los valores, asedió aquellos valores que la cuestionaban y convirtió los valores en objetos de consumo o meras marcas de identidad. Eso le ha dado forma a toda la civilización y, como afirmaba Margaret Thatcher, a las almas.
Ahí es donde Wendy choca con esa condición moderna ya que los valores de los que emanan la inalienable dignidad humana, los Derechos Humanos, la Justicia o la Democracia los considera y deben ser absolutamente vinculantes. Ese choque entre la indubitabilidad de la dignidad humana y la flotabilidad hermenéutica moderna es lo que la lleva a una búsqueda de profundización.
Influye en ella el contexto de erosión de la democracia por los nuevos autoritarismos, las polarizaciones y riesgos de guerra civil; pero también le influye lo que percibe como la arrogancia de la superioridad moral que exhibe la izquierda, la pereza intelectual en la que se ha instalado y hasta qué punto está absorbida por las luchas de poder. A su vez, la democracia liberal se ha mostrado insoportablemente connivente con una creciente desigualdad que ha hecho que las masas populares la consideren responsable de la misma. Este drama del siglo XXI lleva a que la democracia disponga de muchas menos defensas y esté asediada. La extinción de la fuente y lógica de valores ha llevado a la democracia al agotamiento.
Ideologías autorreferenciales
Toda la civilización ve minada la base moral que la sostenía ya que ha habido una frivolización de los valores, instrumentalizados por los distintos poderes. Las discusiones no se basan en valores, sino en el poder de las ideologías autorreferenciales. Los valores no han desaparecido, pero ya no son la fuente de las ideas y acciones, sino que son herramientas manipuladas por los distintos poderes individuales o colectivos.
El vaciamiento de valores y, sobre todo, la desaparición de una fuente emanadora de valores y una hermenéutica que asegure la verdad a la altura de la afirmación absoluta de la dignidad humana, conduce al nihilismo y a la corrosión de la misma razón. La misma razón pierde fundamento y profundidad, y se encuentra en retroceso en la esfera pública y personal. Lo señala, por ejemplo, en la expansión de una sentimentalidad y cultura emocional que prescinden del discernimiento racional.
El nihilismo extiende el sinsentido, la depresión y también la agresividad por el miedo y el vacío. Provoca una reacción fundamentalista que pretende atajar el problema fanatizando algunos principios de corte nacionalista, narcisista, identitario, religiosos o ideológicos.
Hiperpolitización
La hiperpolitización de todo, la ideologización cerrada tanto de la derecha como de la izquierda y la pretensión de hipercontrol que muestra el poder son manifestaciones de esa tragedia nihilista que parece invadirlo todo. El problema no reside en los líderes populistas, sino que hay un mal cultural de raíz más honda. La clave de Brown es que se ha perdido la fuente del significado y el valor.
La solución requiere una mucho más honda comprensión de lo que está ocurriendo y escapar de la lucha trivial entre derecha e izquierda, y entre los distintos signos polarizadores.
Las Ciencias Sociales tienen una especial responsabilidad en esa profundización y eso es lo que le lleva a afirmar: “En el caso de las ciencias sociales acarreamos todo tipo de saberes pretendidamente objetivos en campos como la economía y la ciencia política que han llevado al planeta al borde de la catástrofe: crisis climática, crisis de biodiversidad, desigualdades extremas entre ricos y pobres, y devastación en el sur global, epicentro de esas crisis combinadas. Necesitamos un tipo de conocimiento que pueda sanar y reparar el mundo, en lugar de hundirlo aún más en la oscuridad.” (Daniel Arjona & Christian Marquiardt. Wendy Brown, una filósofa contra el extremismo. El Mundo, 17 de septiembre de 2024).
La cuestión de la fuente de los valores
Esta obra abre varios frentes importantes, pero la cuestión más angular en el planteamiento de Wendy se pregunta cuál es la fuente de los valores, cuál es la agencia o instancia donde se generan. Ella da por hecho que la religión emana valores y lo hace porque está vinculada a la divinidad, la cual posee valores en sí misma, y la interacción con ella también participa de esos valores. La teosociología aborda la relacionalidad con la divinidad, los patrones del vínculo humano con los dioses a lo largo de la historia, en que se han ido descubriendo muy distintos modos de relación religiosa con la trascendencia. Tanto el ser divino como la relación con él son fuente de valores que derivan de lo santo, desplegado en las categorías del bien, la verdad y la belleza de las que el dios es no solamente fundamento, sino que él mismo es el Bien, la Verdad y la Belleza.
El salto de la Ilustración al que se refiere Wendy es complejo. No existe disociación entre razón y religión. La religión y todo el conjunto de vías epistemológicas que entraña son pensables y discernibles desde la racionalidad. La ciencia en general se desarrolló en íntima unión con el pensamiento científico de la Teología, que forma parte de las disciplinas académicas.
La Modernidad no es una fuerza desteizadora ni irreligiosa, sino que, por el contrario, la creatividad religiosa está en su origen como muestra la ‘Devotio Moderna’, el Humanismo, las cimas alcanzadas por la mística moderna, o la integración de pensamiento y religiosidad en pensadores cruciales como Voltaire, Bacon, Newton, Locke, Descartes, Rousseau, Pascal, Planck (Nobel y padre de la Física cuántica), Cantor (Teoría de conjuntos), Bohr (Nobel de Física, estructura atómica), Pasteur (padre de la microbiología), Lemaître (padre del Big Bang), Theilard de Chardin (paleontólogo), Breuil (Arqueología), Jane Goodall, Francis Collins (director del Proyecto Genoma Humano), Roman Jakobson (Semiótica), Jung, Paulo Freire, junto con tantos otros[1].
Búsqueda de la voluntad de Dios
Por lo tanto, el cambio que Wendy quiere señalar se debe más bien a que la búsqueda de la voluntad de Dios no estaba solo mediada por la jerarquía eclesiástica, sino que bebía también de la conciencia, el libre pensamiento y el discernimiento espiritual de la relación con la divinidad, tal como impulsó la Devotio Moderna, el Humanismo, la mística y la posterior Reforma.
En realidad ya la mística medieval de figuras como Beatriz de Nazaret en el Císter belga habían ya avanzado esa vía y si retrocedemos, hallamos una tradición de pensamiento que no está clericalizada, mediada ni censurada clericalmente como muestra la obra de figuras de la trascendencia de Tomás de Aquino o Agustín de Hipona. Los conflictos en torno al libre discernimiento -de la Biblia, el espíritu, la conciencia, la tradición y la investigación teológica- más bien se corresponden con un proceso de liberación en relación con un periodo histórico de sofocante clericalización, y no tanto una divisoria de la Historia en dos.
Es precisamente la institucionalización medieval de la inquisición Papal frente al Catarismo y muy especialmente la opresiva institucionalización moderna del Santo Oficio a finales del siglo XV, lo que provoca la principal reacción del movimiento de liberación religiosa. Si el eje principal de la modernidad es la universalización -en el más amplio sentido-, lo que sí existe es una inflexión que expande e institucionaliza el libre discernimiento en distintos movimientos espirituales, denominaciones eclesiales, centros formativos, disciplinas científicas, editoriales, organismos de la Administración, etc.
Libre discernimiento
Toda esa red institucional impulsa el libre discernimiento, en el que la religiosidad convive con otras vías epistemológicas, aunque con una obvia diferencia de grado de trascendencia, campos de conocimiento y competencias. El discernimiento racional de la experiencia religiosa y la investigación teológica fueron un motor crucial para el desarrollo e institucionalización de la ciencia moderna, como lo había sido a lo largo de toda la historia del pensamiento occidental.
La pluralidad epistemológica establece vías con sus propios modos de razonamiento, aunque exista una Razón fundamental común. La ciencia moderna ha ido especializando disciplinas con sus propias hermenéuticas, del mismo modo que la estética, la poesía, la música o artes plásticas tienen las suyas, la Filosofía la propia, las ciencias experimentales las suyas, la experiencia vital humana sus propias vías o las diferentes inteligencias cuentan con sus sistemas de investigación, pensamiento y verificación. También el misterio, entre todos ellos existe una unidad iluminada por la Razón universal, pero también sus vías singulares que llegan a conclusiones preliminares antes de volcarse crítica y creativamente en el conjunto del ecosistema de la Razón –en que participan la Verdad, el Bien, la Belleza, la Realidad y la Santidad–.
Si continuamos pensando sobre las penetrantes tesis de Wendy Scott en Ciencias Sociales, podríamos concluir que una única vía singular especializada del saber humano no es suficiente para dar soporte trascendente, un fundamento último o una Razón Primera a los valores. Como tampoco a todas las demás dimensiones estética o credencial. Solo puede hallarse ese principio fundamental si es una razón que integra todo el eje radical del ecosistema y sus principales dimensiones.
Libertades
Parece que el problema no es la impotencia de la razón, sino la desintegración y reducción de la misma. No es tanto la escisión de la religión, la Filosofía Primera, las sabidurías o la espiritualidad –ya que se reconoce autonomía a las distintas disciplinas y conjuntos epistemológicos o hermenéuticos–, sino la incapacidad, confusión o negación para la integración con las mismas. El problema no está en que no exista relación posible, sino en la ideología que tema el poder de absorción que niega las lógicas singulares, la autonomía y competencias de las diferentes racionalidades.
El temor al control clerical del pensamiento parece mayor en la actualidad que los controles y condicionamientos que ejercen masivamente los poderes políticos, las corporaciones económicas, los medios de comunicación o editoriales, los grupos ideológicos e incluso las propias agencias formadas por científicos o la política de la ciencia. La cuestión no es de compatibilidad ni convivencia de la diversidad epistemológica o de la posibilidad de integración de todo el ecosistema de saberes, sino la relación del conocimiento, la moral y la estética con el poder. Es una cuestión de libertades, y convivencia e integración de libertades.
Las fuentes de las que emanan valores son múltiples también. Emanan de las relaciones humanas, de la comprensión de la dignidad humana, de la vida, de las experiencias de bien y belleza, de la propia Razón y la santidad. El problema no es la escisión entre religión y ciencia/razón, sino la división de la ciencia/razón en relación a la vida y el fenómeno humano en su unidad y riqueza.
Estatalismos
El intento de exclusión estatalista de las religiones de la vida pública, en realidad forma parte de un movimiento mucho más amplio que aparta la vida en todo su despliegue, la experiencia humana en toda su profundidad. Y no solamente expulsión de los ámbitos estatales, sino del conjunto de la vida pública. En absoluto se trata del retorno a la diarquía que eleva el poder espiritual sobre el poder temporal, porque lo que la modernidad sí ha establecido con meridiana claridad es que la encarnación impide la división entre temporal y espiritual.
Esa diarquía impulsada actualmente por el integrismo o integralismo anglosajón. Es tan yerma solución como los fundamentalismos que a izquierda y derecha intentan reducir la complejidad y diversidad, la convivencia dialogal y creativa de libertades y singularidades en un único ecosistema sapiencial. El problema ha sido la estatalización de las democracias.
Por eso cuando llegan momentos críticos y es preciso que los lenguajes o racionalidades primarias convoquen, refuercen y profundicen en los fundamentos, el estatalismo se encuentra impotente y solo, enfangado en meros procedimentalismos o desbordado por la desafección de los abandonados.
Alternativamente al aislamiento de una sola racionalidad como la que Wendy apunta, más bien la vía es un pensamiento mucho más complejo y holístico, libre y creativo, en donde la religiosidad opera en todo el sistema dependiendo de las creencias y tradiciones, que no invade sino motiva las lógicas autónomas de cada vía o disciplina del saber, con las que se relaciona en la Razón Primera y la experiencia del misterio que nos insta sobre todo a la humildad. Solamente así la civilización de esta etapa de la modernidad logrará superar los graves problemas de sostenibilidad que la amenazan.
[1] Entre ellos, Mendel (padre de la genética), Marconi (ingeniería eléctrica, radiotransmisión), Maxwell (Elcetromagnética), Fleming (Nobel de Medicina, penicilina), Edith Stein, Nicolas Berdyaev, Zubiri, Florenski, Grocio, Maritain, Montessori, Peirce, Berkeley, Brentano, Simone Weil, Kierkegaard, MacIntyre, Lévinas, Schrödinger (Nobel de Física, Mecánica cuántica), Lejeune (padre de la genética moderna), Tesla (corriente alterna), Ramón y Cajal (padre de la neurología), Cori (Nobel de Medicina), Wieschaus (Nobel de Medicina), Carrell (Nobel de Medicina), Heisenberg (Nobel de Física), Landsteiner (Nobel de Medicina, grupos sanguíneos), Grünberg (Nobel de Física, magnetoresistencia), Cowan (Nobel de Física, partículas subatómicas), Hess (Nobel de Física, rayos cósmicos), Becquerel (Nobel de Física, radioactividad espontánea), Thomson (Nobel de Física, electricidad por gases), Smalley (Nobel de Química), Millikan (Nobel de Física, fotoelectricidad), Born (Nobel de Física, mecánica cuántica), Hevesy (Nobel de Química, isótropos), Kobilka (Nobel de Química), Rubbia (Nobel de Física), Claude (Nobel de Medicina, células), Takashi Nagai (Radiología), Arber (Nobel de Medicina, enzimas), Molina (Nobel de Química, capa de ozono), Townes (Nobel de Física, electrones cuánticos), Phillips (Nobel de Física, refrigeración con láser), Strutt (Nobel de Física), Murray (Nobel de medicina, transplantes de órganos), Schawlow (Nobel de Física, láser espectroscópico), Gurdon (Nobel de Medicina, clonación), Hertz (ondas electromagnéticas), Whittaker (Física matemática de funciones especiales), Kelly (pionero de la Ginecología), Moscati (Medicina del hígado), von neumann (Teoría de Juegos en Economía), Dobzhansky (Evolucionismo), Eddington (Energía intraestelar), Jaki (Físico), Aldrin (segunda persona en pisar la Luna), Heller (Multiversos), Peacocke (Química física del ADN), Ellis (Cosmología espacio-temporal), Kugler (Astronomía lunar), Marañón (Endocronología), Salmon (Álgebra superior), Macq (CERN), Lafforgue (CERN), Bott (Geometría), Carnoy (creador de la Citología), Brunet (Botánico), Mercalli (Sismografía), Secchi (Astronomía solar), Knuth (Computación), Cullen (Números naturales), Nieuwland (caucho sintético), Romañá (Astronomía solar), etc.