(José Lorenzo– Redactor Jefe)
“Estas situaciones, minoritarias, deberían de ser analizadas en el contexto de sociedades pluriconfesionales, respetuosas con la libertad religiosa e igual de escrupulosas con los derechos humanos”
No me causa mayor preocupación el uso del velo por parte de las mujeres musulmanas en nuestras calles. En estos días de mayo, profusos en romerías, he visto a católicas tocadas con peinetas y me lo he tomado como un signo de respeto. Igual pienso del pañuelo islámico, desechando la difundida idea de que es una imposición del varón sobre la mujer y sí un signo de libre adhesión religiosa no excluyente.
Más me preocupa que su uso esté a menudo acompañado de polémica cuando se trata de una adolescente, susceptible de haber sido forzada a cubrirse la cabeza, o de una mujer ya adulta que, por lo que sea, ha llegado a la conclusión de que ya no necesita ese trozo de tela para mostrar su respeto y decencia. Entonces, la presión del entorno familiar y de la propia comunidad puede acabar dramáticamente. Hay casos recientes entre nosotros.
Y ahí me desvelo. Estas situaciones, minoritarias, deberían de ser analizadas en el contexto de sociedades pluriconfesionales, respetuosas con la libertad religiosa e igual de escrupulosas con los derechos humanos. Pero creo que quienes ordenan la cosa religiosa han sido pillados en esto a contrapié. El Gobierno va a aprobar en breve el anteproyecto de la nueva Ley de libertad religiosa, precisamente fundamentada en los cambios sociológicos acaecidos en España en las últimas tres décadas. Pero el tema de la vestimenta no estaba en su articulado… hasta que el ministro Caamaño, empujado por las noticias, vino a anunciar lo contrario. ¿Desconocimiento o miedo a ofender a la comunidad musulmana? Tampoco es un tema muy madurado en el PSOE, donde Pajín lo ve como signo de identidad cultural mientras Aído lo considera discriminatorio.
En Europa, con más visión, tratan de poner coto al maridaje que algunos fundamentalistas hacen de violencia y religión, y que tanto hace disfrutar a los ateos practicantes. Tal vez la improvisación del Gobierno al abordar la religión pueda ser ahora providencial y se llegue a tiempo de plantear en la nueva Ley una reflexión que nos adelante a lo que, de lo contrario, tendremos que hacer sin tener que esperar otras tres décadas de cambio sociológico.
En el nº 2.709 de Vida Nueva.