Rafael Salomón
Comunicador católico

Vida plena con propósito


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“La virtud es una disposición voluntaria adquirida, que consiste en un término medio entre dos extremos malos, el uno por exceso y el otro por defecto”. Aristóteles.



En nuestra vida es muy sencillo caer en excesos y es que debemos ser autocríticos y evaluar constantemente nuestras acciones y decisiones, por ejemplo, encontramos a una gran cantidad de personas que más allá de disfrutar de los alimentos, se transforman en adictos a la comida alejándose del punto medio y por otro lado, están aquellas personas que tienen un trastorno alimenticio que se alejan de los alimentos como si se tratara de algo dañino.

En cuanto al tema de la fe, también suceden excesos y de ello debemos estar muy alerta, ya que nuestra concepción acerca de lo que se debe o no se debe hacer como individuos puede llegar a volverse un impedimento para desarrollarnos en sociedad. Conozco a personas que han perdido la balanza en ese punto medio y para ellas todo es pecaminoso, todo es condenación.

Un cerco imaginario rodeado de una pseudo-fe

No van a ninguna reunión social, porque las conversaciones no edifican su espíritu, comentan que la música es el preámbulo para que el maligno se filtre en su ser, dicen que en esas reuniones a nadie le interesa hablar de Dios y la lista de todo lo que estas personas comentan sería muy extensa. Una gran cantidad de libros y películas han inspirado a diferentes autores y directores, todos ellos motivados por el tema de los excesos religiosos.

mujer en la naturaleza

Mujer en la naturaleza. Foto: Unsplash

Sin afán de crítica, creo que este tipo de personas ha declinado la balanza hacia un defecto en el que todas las acciones son pecado. Lentamente comienzan a desestructurar su vida, alejándoles de una sana convivencia y aislando a los integrantes hasta el punto de crear un cerco imaginario rodeado de una pseudo-fe. Existen casos documentados en donde la psicosis por asumir una religiosidad extrema ha terminado en tragedia.

Debemos ser conscientes de vivir de acuerdo a lo que nuestra fe y religión nos invitan a hacer y por supuesto ser coherentes, pero llegar a los extremos y ver que todo es maldad, tampoco es recomendable.

Los peligros de vivir en los extremos

Por ello es importante acercanos a personas que vivan su fe de una manera saludable, sincera y que conozcan el justo medio. Buscar una vida balanceada donde las buenas costumbres, la fe, el ejercicio, la sana alimentación y el descanso sean una forma de disfrutar y también de cuidarnos. Alejarnos de los excesos en todo momento, atendiendo también a una buena salud mental nos ayudará a comprender de manera clara los peligros de vivir en los extremos.

Evitemos el fanatismo religioso, donde se intenta alcanzar la perfección llevando al pie de la letra acciones que carecen de contexto y de juicio. He dejado al final a quienes por diferentes decisiones se alejan de la fe por motivos diversos, su falta de compromiso y desinterés por las cosas de Dios los hacen vivir una vida despreocupada, desenfadada y esto también es un defecto, ignorando lo relacionado al amor de Nuestro Padre, de manera que no encuentran la virtud en el justo medio.

Esforcémonos por identificar y ser autocríticos con nuestros pensamientos y acciones en relación al punto medio entre los extremos, conocernos es el verdadero reto y cuidar nuestra fe de manera saludable y responsable nos llevará a tener una vida más plena y por consiguiente, con propósito y sentido. Ahora que estamos en plenos Juegos Olímpicos es conveniente recordar el equilibrio vital: ‘Mens sana in corpore sano’.