La economía, la sabiduría y la vida plena están relacionadas entre sí. El planteamiento económico que tenemos en nuestra existencia tiene una relación directa con nuestro estilo de vida, con la manera en la afrontamos nuestro día a día. No podemos desligar el modo en el que abordamos los asuntos económicos del resto de nuestra existencia. Aspirar a una vida buena, a una vida en plenitud, tiene una relación directa con el planteamiento económico que tengamos.
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Lo económico soporta materialmente nuestra vida. Sin alimentarnos, sin descansar, sin tener un lugar en el que refugiarnos de las inclemencias del tiempo, es difícil (por no decir imposible) desarrollar una vida plena. Lo económico es el sostén de todo lo demás, es una condición “sin la cual” nuestra supervivencia se ve comprometida.
Otros estilos de vida
La clave cristiana para el planteamiento económico de una vida plena nos la da la encíclica Centesimus Annus 36 “No es malo el deseo de vivir mejor, pero es equivocado el estilo de vida que se presume como mejor, cuando está orientado a tener y no a ser, y que quiere tener más no para ser más, sino para consumir la existencia en un goce que se propone como fin en sí mismo. Por esto, es necesario esforzarse por implantar estilos de vida, a tenor de los cuales la búsqueda de la verdad, de la belleza y del bien, así como la comunión con los demás hombres para un crecimiento común sean los elementos que determinen las opciones del consumo, de los ahorros y de las inversiones”.
Esta es la clave cristiana para abordar el tema económico. Tener es importante porque es lo que nos garantiza la posibilidad de ser, pero debe estar subordinado a este último objetivo. Tenemos para ser, buscamos cubrir nuestras necesidades porque es imprescindible para llevar una vida plena. No vamos a poder alcanzarla si no tenemos lo suficiente para llevar una vida digna en el lugar en el que estemos. La vida en plenitud necesita un soporte material, un comportamiento económico encaminado a obtener lo suficiente para esta vida.
Cuando nuestros ahorros, nuestro consumo y nuestros ingresos están enfocados a obtener lo que necesitamos, lo económico adquiere su verdadero sentido: estar al servicio de una vida plena que logramos gracias a que podemos cubrir nuestras necesidades materiales. Cuando nuestro quehacer económico está subordinado a nuestras ansias de plenitud y al servicio de una vida buena que nos permita realizarnos como personas y alcanzar nuestras aspiraciones, podemos concentrarnos en esa vida que surge de nuestro interior y no estamos focalizados a los bienes, a lo que queremos, a lo que está fuera de nosotros.