JOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva
“Alberto Ruiz-Gallardón, que ha pasado de horadar Madrid a perforar la moral del pensamiento feminista, ha introducido un elemento nuevo en el tradicional discurso sobre el aborto: el de la ‘violencia de género estructural’…”.
Le ha salido un buen vídeo a la Conferencia Episcopal para el Día del Seminario. Tanto que hasta Cayo Lara ha dicho que los únicos puestos de trabajo que se van a crear este año en España serán de cura…, aunque le guste menos que sus sueldos los pague el Estado, añadió con esa prosa de olor a queroseno.
Personalmente, lo que menos me ha gustado ha sido la promesa de “un trabajo fijo” para toda la vida si te haces seminarista. Efectivo desde el punto de vista del márketing, viene a reforzar la vieja imagen de “vivir como un cura”.
Pero hoy, ser sacerdote en este país no es ningún chollo, por más que los comentarios generados a la información ofrecida en los medios digitales a propósito de la campaña para las vocaciones sacerdotales abunden en los topicazos sobre la figura de los curas y las prebendas, de todo tipo, que tendrían. Más de lo mismo.
Si ya José Luis Martín Descalzo dejó recogido en alguno de sus escritos el cambio de época registrado en la estima social de los sacerdotes, la imagen actual no les hace ni un poquito de justicia. Los hay que se ven obligados a apurar el paso, azuzados por adolescentes eternos que se mofan de su indumentaria y les lanzan chascarrillos a cuenta del triste asunto de los abusos sexuales.
Pocas veces como ahora, el sacerdocio se reviste de una decisión tan personal como arriesgada. Cuando ya casi nada es para toda la vida, salvo la precariedad, ellos asumen una opción llena de renuncias, que una inmensa mayoría mantendrá hasta que acabe sus días en una residencia.
Ya no tienen que evadirse de ningún arado ni les empuja a esa opción la escasa heredad familiar. No pocos podrían ganarse bien el sustento con las carreras cursadas antes de tomar la decisión definitiva que cambiará su vida y, probablemente, las de quienes estén a su alrededor.
Hoy, vivir como un cura, es hacerlo con plena conciencia de los espacios que nunca se llenarán, tanto más difícil en una sociedad que nos ha acostumbrado a no tener que privarnos de nada. Esté o no a nuestro alcance.
En el nº 2.794 de Vida Nueva.
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