Vivir en la verdad


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“… Y la verdad os hará libres” (Juan 8, 31-42). En mi trabajo como médico tengo que dar malas noticias casi a diario. Es raro el día que no diagnostico una enfermedad maligna o le digo a un familiar que la persona querida está muy grave, que quizás muera en poco tiempo. Cuando se atienden personas ancianas, tal como ocurre en las plantas de medicina interna, esto es lo habitual.



Siempre se intenta suavizar la información para hacerla más llevadera, pero no puedes negar la realidad, que se hace presente en una sencilla exploración física o en los resultados de un análisis o una radiografía. Sobre todo, porque lo contrario es vivir en la mentira, construir una ensoñación que antes o después se destruirá. En último término, la negación u ocultación de la realidad conduce a la esquizofrenia, forma más grave de enfermedad mental. Las personas con una psicología sana podemos vivir en la realidad, afrontarla, por dolorosa que resulte. Costará quizás lágrimas, pero, a medio plazo, nos resultará sanador y la podremos habitar, y quizás acompañar en ese camino a otros.

“La conspiración del silencio”

No hay cosa más terrible –lo he vivido en diversas ocasiones como médico– que aquellas familias que se obstinan en engañar al paciente, en ocultarle su verdadero pronóstico. En oncología eso tiene un nombre: se llama “la conspiración del silencio”. La persona se consume poco a poco haciendo ver que no se entera, aunque en realidad casi todo el mundo sabe que se muere. Se genera una angustia suplementaria más allá de la misma enfermedad oncológica, procedente de la incomunicación y la soledad profunda que de ella procede.

Contemplarlo resulta muy cruel. Negarlo e intentar desmontar el andamiaje perverso que se ha tejido alrededor del paciente, por lo general, es arriesgado. Es un ejemplo claro de hacer un mal bajo apariencia de bien; “sub angelo lucis”, que formuló San Ignacio.

Médico general

La mentira como patrón

Aquello que resulta válido para la esfera individual (decir la verdad, aceptar la realidad, intentar habitarla, una comunicación franca y liberadora) suele también serlo para la social y política. Por eso resultan tan graves y dañinos para nuestro país los cinco últimos años, en los que la mentira y las verdades a medias se han convertido en la forma de comunicación de quienes ostentan el poder, y del ejercicio de ese mismo poder. A través de la manipulación del lenguaje, al mal se le ha llamado bien, y al bien se le ha llamado mal. A la mentira, verdad, y a la verdad, mentira.

La gestión de la pandemia ha sido un ejemplo diáfano de estos hechos, como explicaré en alguna entrada, pero ha habido muchos otros. Ojalá podamos erradicar pronto esta mentalidad perversa; el tiempo lo dirá. Recen por los enfermos y por quienes les cuidamos