Trinidad Ried
Presidenta de la Fundación Vínculo

Vivir endeudados


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Gran revuelo ha causado el porcentaje de deuda que ha alcanzado Estados Unidos, despertando la incertidumbre por sus consecuencias y coletazos a nivel mundial. Cómo una potencia tan poderosa y rica ha podido llegar a esto nos invita a realizar una mirada profunda de la conducta humana y del tipo de vida imperante en la sociedad que atenta contra su bienestar. Además, vivir con la presión de los acreedores encima y no saber cómo vas a poder pagar es una realidad prácticamente universal, que tiene en vilo a muchos en la actualidad. Es parte de una violencia silenciosa que ha producido el abuso del sistema del libre mercado, la falta de regulaciones, la misma pandemia y la dificultad de navegar con destreza en los avatares de la economía a nivel personal.



La deuda, en sencillo, se da cuando se gasta o consume más de lo que se tiene y gana, lo que obliga a pedir o a deberle a alguien más. Ese otro posee reservas que le permiten generar un vínculo de naturaleza vertical. Puede ser virtuoso si sirve para emprender y/o adquirir un bien que necesita un monto inicial inalcanzable, si se es ordenado en las cuentas, sabiendo que se está “viviendo” con dinero ajeno y que habrá que pagar con responsabilidad y puntualidad. Sin embargo, hay un gran número de personas que “aprendieron” a vivir en una permanente “bicicleta” donde lo importante es pedalear, sin pretender nunca terminar de saldar la deuda final. La tentación, la necesidad, la seducción del mercado o cualquier otro factor más, los vuelve esclavos de un sistema de donde es imposible escapar.

Consecuencias

A nivel psíquico, cognitivo y físico, vivir endeudados es una carga que no podemos subestimar. Produce angustia, cansancio, desesperanza, tristeza, frustración, estrés, bloqueo y enfermedades psicosomáticas que debilitan a la persona, a su familia y a la sociedad. La imagen más elocuente sería la de estar atado con sogas y estacas a cientos de bancos, casas comerciales u otros acreedores que te tienen coartado en tu movimiento, creatividad y capacidad de ser y hacer con libertad. Son especialmente preocupantes los jóvenes, quienes, por tener un estudio, a temprana edad venden “el alma” a una deuda que les condena por décadas y les quita toda su fuerza y hasta la misma vocación por tener que solo trabajar para pagar.

No solo hay deudas económicas que pueden agobiar y hundir a muchos en la desesperación y la impotencia frente a unos pocos poderosos. También hay quienes pueden sentir que viven en deuda consigo mismos y con los demás. Sobreviven pedaleando en la “bicicleta” del activismo y el presente hinchado; consumen superficialidad y diversión para evadir sus pagos con la trascendencia y su proyecto personal y, por lo mismo, comienzan a deberle a sus cercanos y al mundo en general.

Tristeza

Cuentas en su alma

Mes a mes, caen en las puertas de su alma cuentas que no quieren ni mirar: que su matrimonio no funciona, que los hijos/s no le hablan, que su trabajo no le motiva, que les arranca a sus amigos verdaderos, que sus padres lo cansan, que su cuerpo no lo sigue, que su corazón está perdido… Son deudas que se acumulan y no se sabe con cuál comenzar hasta que se cae en bancarrota y todo el sistema se quiebra causando mucho daño.

Antes de que un síndico se tenga que hacer cargo de nuestra vida o un doctor de nuestro cuerpo, cuando las deudas han sobrepasado el límite de angustia que puede soportar, se puede ordenar la administración y repactar los pagos con un buen asesor para salir adelante. Lo primero es parar y dimensionar la “suma” que adeudamos. También es clave no seguir “endeudándose” más mientras estamos “intervenidos”, lo que significa ser especialmente cuidadoso en las decisiones que tomemos, el buen trato con los demás y el autocuidado como premisa esencial.

Vivir en libertad

Más tarde vendrá el análisis de qué recursos cognitivos, psíquicos y espirituales tenemos para enfrentar la situación, qué perdidas hay que hacer en cuánto a apegos, vínculos o modos de ser que no son sostenibles y qué nuevos acuerdos hay que realizar con la vida para poder salir a flote en un tiempo más.

Lo que sí o sí debe ser nuestra decisión es no vivir endeudados porque ni Estados Unidos lo podrá sostener eternamente. Es algo que nos debilita a nivel material y espiritual y debemos aprender a vivir con lo que realmente tenemos, somos y ordenarnos de acuerdo con nuestra realidad. Revisemos con honestidad nuestro modo de ser, soltemos aquellas relaciones que nos hacen daño, invirtamos en aquellas que nos nutren, donemos nuestro ser a lo noble y bueno, atesoremos vivencias bonitas y prevengámonos de caer en la tentación del mundo y sus “necesidades”. Al final de la vida, la habremos gastado amando y sirviendo con alegría dejando un legado de bendiciones tras de nosotros.