Tengo varios amigos que no quieren volver a lo de antes. Y no son, precisamente, esos adolescentes sin relación y sufrientes que protagonizan películas. Otros muchos quieren, aunque lo dicen sin pensar demasiado, volver “a lo de antes”, como reclamando que le devuelvan sus circunstancias. “La normalidad” es, como siempre he dicho, el mundo con sus reglas, costumbres y hábitos. La “nueva normalidad” será una especie contradictoria de “nueva tradición”.
- LEE Y DESCARGA: ‘Un plan para resucitar’, la meditación del papa Francisco para Vida Nueva (PDF)
- Consulta la revista gratis durante la cuarentena: haz click aquí
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
- Toda la actualidad de la Iglesia sobre el coronavirus, al detalle
Algunas preguntas
- En lugar de volver, ¿por qué no aportar? Imaginad que saliéramos de este confinamiento con un nuevo espíritu colaborativo y responsable con los demás. Nos hemos dado cuenta de que algo minúsculo, pero con vida propia, del tamaño proporcional de una naranja en relación con el planeta Tierra, nos puede sacudir por igual. Ni lo vemos venir, pero está. ¿Qué puedo aportar desde mi insignificancia, a diferencia de una naranja, por utilizar escalas? Mucho más, sin duda. Nos distingue, entre otras cosas, la no pasividad de las piedras, la movilidad a diferencia de los vegetales, la racionalidad y el afecto. ¿Dónde pondremos el acento?
- En lugar de volver, ¿por qué no enraizarse? Mucho de lo descubierto, con el parón y la exigencia de vivir de puertas a dentro, tiene que ver directamente con nosotros mismos, no con el escaparate del mundo, no con sus preocupaciones, no con sus ahogamientos. La exigencia de lo interior, ¿no es una llamada a la raíz? No todas las personas están en disposición, es verdad, de este ejercicio. El abandono de una cierta actividad intelectual-interior, de un sujeto sólido y de una persona madura, no tiene directamente que ver con el título académico. ¿Hemos hecho una llamada a esto? ¿Dónde queda la pregunta por quiénes somos y qué compartimos?
- En lugar de volver, salir. ¿Hacia dónde, cuál es el horizonte? ¿Qué esperanza queda? Hemos hablado de la esperanza y se ha escrito mucho, que ojalá no quede en balde y pase sin más, pero la tentación está en el abandono, fruto probablemente del cansancio y la necesidad de aire, de oxigenarse, de alteridad, de vida compartida. Algunas personas, en este tiempo, han sido para mí ejemplo por la bondad de lo que tienen. Su salida será con horizonte, será misionera, de entrega. Ciertas personas han disfrutado de una vida interior sana y con posibilidades, ¿se traducirá en entrega hacia otros, en generosidad con Dios, habrán sentido alguna llamada dadas sus circunstancias?
- En lugar de volver, reconstruir. Un verbo que cansa, por sí mismo. Una y otra vez sobre lo mismo. ¿Agota volver a lo esencial? Un Sísifo con conciencia de humanidad general, porque parece un castigo. Aquí hay que comprender que la humanidad siempre es nueva, se renueva. Los del siglo IV y VIII y XI y XVIII no son las mismas personas. El aprendizaje de la humanidad es siempre nuevo. Y los jóvenes hoy impulsan como, probablemente, nunca. ¿Quién está dispuesto a aprender? Me parece esencial, muy bíblico en sus claves, ¿hacia dónde volvemos una y otra vez?
- En lugar de volver, ¿cuál es la pregunta de este tiempo? Imaginemos, un tiempo en el que podemos escribir una página de un cuaderno. Una, nada más. Que diga lo que ha ocurrido. ¿Seríamos capaces de recibir respuestas, aceptar comentarios? Es más, ¿estarías dispuesto a comentar palabras ajenas, compartir diálogos e inquietudes?