La presidenta de las Cortes de Aragón, de Vox, publicó en Twitter que “el Papa es un ser luciferino”. Es la primera vez desde la Guerra Civil que un cargo público muestra un grado tan extremo de agresión al Sumo Pontífice de la Iglesia católica. Ya hacía tiempo que el partido nos tenía acostumbrados a querer restar legitimidad al papa Francisco, dirigiéndose a él solo por su apellido, Bergoglio, algo que no hacía nadie en el arco parlamentario.
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Los católicos tienen diferencias de opinión sobre muchas cuestiones, pero desde hace décadas los estudios internacionales sobre valores demuestran que mantienen un alto grado de unidad interna. Y en todo el cuerpo de creencias y signos que une a los católicos, el ministerio de Pedro concentra una especial valoración y comunión, sea quien sea el pontífice.
Sobrepasar los límites
Al respecto, la ultraderecha política y el fundamentalismo han sobrepasado todos los límites conocidos en el intento de denigrar al papa Francisco, extender sistemáticamente bulos en su contra, anunciar que es el Anticristo, y hasta conspirar y pedir en público para que sea depuesto por un golpe de Estado de cardenales. Nunca se había visto algo parecido en el último siglo ni mucho antes.
La lucha contra el papa Francisco, la sinodalidad y, en el fondo y en la forma, contra el espíritu del Concilio Vaticano II, está bien organizada y financiada, y actúa a través de grupos de poder, organizaciones civiles, medios sucios de comunicación y también a través de partidos políticos. Vox ha sido tomado por los grupos católicos anticonciliares y, por eso, los ataques al Papa actual no son accidentales ni errores de juventud, sino que forman parte de su sistema. Hay quien piensa que Vox es el único voto católico coherente, pero lo más coherente como católicos es estar unidos sin atentar contra el Papa.