Fueron despareciendo poco a poco. Las numerosísimas pancartas de “Welcome refugees”. Pero no han desaparecido los refugiados. Quiero pensar que aquel espectacular movimiento de bienvenida que se colgó de tantos balcones tocó muchos corazones. Pero el desplazamiento y la desatención a los refugiados no se para. Ya sé que muchas manos siguen extendiendo otro tipo de pancartas movidas por el viento de muchos alientos y soplos en muchos y muy distintos soportes. Necesarios. Para que el goteo de la indolencia o de la prevalencia de la atención a los refugiados” mediáticos” de estos días no nos haga olvidar a la de los refugiados anónimos. Dolorosas ambas situaciones. Extremadamente dolorosas. Gota a gota, muerto a muerto, huido tras huido no podemos acostumbrarnos sea donde sea. En cualquier parte del mundo. Y es bueno que alguien nos lo recuerde. Gota a gota, muerto a muerto, día a día. Porque horroriza la capacidad de acostumbrarse al horror, de tragarnos, “gota a gota”, un Mar lleno de cadáveres, sin vomitar o miles de gotas de sangre en miles de campos de batalla. Y los que vendrán. Un Mar que es una tumba al hombre desconocido –varón o mujer–. Que ni siquiera necesita fosas comunes preparadas para enterrar. Como si nos recordara la profundidad de unas aguas que no tienen fondo. Las de nuestras “tragaderas”. Unas aguas en las que somos incapaces de encontrar esa gota que colme el vaso. O que aliente el camino de los que huyen por el desierto (el geográfico y el de su vidas). Y gota a gota nos diluimos en esta tan amplia cotidianidad de gargantas resecas por la arena del desierto, o el regusto de sal de las aguas muertas… gota a gota… Ojalá no perdamos la cuenta…
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Para combatirlo esta vez la pancarta del “Welcome refugees” se extendió, gigantesca, desde Roma hasta Malta. Cambiando el final. Ahora escribiendo “Welcome here” en una canción de bienvenida al papa Francisco. Una pancarta hecha voz para los sin voz. Como la que de nuevo empezó a extender el papa Francisco en tierras maltesas –puerto de arribada, en el corazón Mediterráneo– y que no se cansa de alzar aunque necesite como le sucedió a Moisés, que sus hermanos le sostengan los brazos en alto.
Rob Galea, el sacerdote migrante
Pancarta de bienvenida de nuevo a los emigrantes. Digo. Como era pancarta el grito hecho canción de esa Jornada papal el fin de semana pasado en Malta: “Welcome here” se titulaba. Es obra de un sacerdote emigrante: Rob Galea, que emigró a Australia desde Malta en 2007. Y que, tras dejar atrás una vida de droga y abandono personal, inició una carrera musical a los 17 años que le sitúa –además de sus éxitos evangelizadores como cura-cantante– muy en la línea de la Iglesia en salida. Él dice que, irónicamente, el declive del catolicismo en Australia le permite hacer el trabajo que más le gusta. “La Iglesia católica en Australia no espera que entre gente; por naturaleza es una iglesia evangelizadora. No tiene miedo de enviar a sus sacerdotes. Juego en un pub. Salgo a la calle y hablo con la gente”. Mientras que no envidia la Iglesia de Malta –también necesitada de evangelización, como recordó el papa Francisco– en donde el 98 por ciento de la población es católica. Y, por tanto, “los sacerdotes están tan ocupados con la administración… que todo sucede dentro de la Iglesia”.
Una canción en salida para recibir a un Papa enfrascado en atender a los que salen y llegan. Maltrechos en su mayoría. Canción que repite como lema el deseo que tantas veces se escribe ante la llegada de los emigrantes: ¡Bienvenidos! Se lo dirige al papa Francisco síntesis y referencia mundial y coherente de la lucha contra la indignidad en el trato a los migrantes. El Papa de los gestos y las palabras ante esta realidad. Esta vez hablando con un fondo decorado con bolsas de plásticos y chalecos salvavidas (o “portamuertes”, como otros dicen arrumbados por la impotencia).
Francisco y Rob Galea, extienden de una nueva del “Welcome refugee”, junto a otra mucha gente y con otros muchos soportes entre el pueblo fiel que no olvida y que se deja guiar por los dictados del corazón cuando ve a tantos migrantes y refugiados a la intemperie. Intentado sujetar sus vidas, aunque sea en medio del mar, como Malta, para que el viento o el olvido no se lleve dichas pancartas y sirvan de acogida y recordatorio sostenido.
Como están sostenidos y alzados los ramos de olivo y las palmas de tantos otros que este domingo de Ramos también despliegan entre cánticos, flores y pancartas a la llegada de un hombre subido en un borrico camino de la Vida atravesando la muerte. Bienvenido papa Francisco. Bienvenido Jesus de Nazaret. “Welcome here”.