Los fines de semana son los más activos en mi chat de vecinos, más aún en estas épocas de confinamiento: que el portón no cierra, que hay un personaje extraño en moto, que una de las cámaras no funciona bien. No faltan las predicciones que la delincuencia se tornará más dura porque más gente vendrá a robar al circuito. Un intento de reunión virtual fallida, las reclamaciones van y vienen en todas direcciones al Comité de voluntarios ‘ad honorem’ que se ofreció hacer unos meses a realizar voluntariamente varios de los encargos que -para este tiempo de pandemia- ¿cómo se les ha cruzado por la mente no tener resueltos?
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Ante tanto alboroto y cierto grado de tensión, se me vino a la mente lanzar una idea al chat que ayudara a centrar la conversación que necesitamos un mínimo de “cuidado vecinal” y añadí la Guía de cuidado vecinal recién publicada en México por los Jesuitas por la Paz. Tras la ojeada de unos cuantos, este aliciente ayudó a calmar los ánimos y al menos ver desde otra perspectiva la urgente necesidad de construir acuerdos.
Ese enemigo invisible del COVID-19, ha causado estragos muy profundos en las esferas de la vida pública y privada. La fractura de muchas de nuestras relaciones vecinales también debe ser una señal que no debe menoscabarse y debe ser prioritaria en la recuperación. En muchos sentidos, hay una falta de cuidado por falta de prudencia o por extrema inflexibilidad. Como nunca antes, hoy quizá las circunstancias nos están pidiendo que pensemos en la naturaleza de la soledad, la calidad de nuestras relaciones interpersonales, reflexionar qué espacios y tipo de contacto social queremos y qué tan pertenecientes nos sentimos a una comunidad, lo que nos une y lo que nos aleja de otros.
De la otra cara de la moneda ante los impactos sociales de Covid-19, en pleno aislamiento estamos viendo lecciones inesperadas que se concretan en demostraciones consistentes de caridad, solidaridad, empatía y unidad por parte de completos extraños. Dice la Guía de Cuidado Vecinal que “la conducta de las personas se regula mediante los vínculos que se establecen con el entorno, y su calidad afecta de manera positiva o negativa la manera en que las personas se comportan y se relacionan… ahora bien la calidad del vínculo depende de la diversificación con el entorno; es decir, de las diferentes y diversas relaciones que podamos establecer”.
Las claves del cuidado vecinal apuntan a: organizarse para mejorar nuestros espacios públicos; mejorar nuestra comunicación y fortalecer nuestra organización. Como ha señalado el papa Francisco a través de su ‘Plan para resucitar’ “una emergencia como la del Covid-19 es derrotada en primer lugar con los anticuerpos de la solidaridad. Lección que romperá todo el fatalismo en el que nos había inmerso y permitirá volver a sentirnos artífices y protagonistas de una historia común. No podemos permitirnos escribir la historia presente y futura de espaldas al sufrimiento de tantos. Es el Señor quien nos volverá a preguntar “¿dónde está tu hermano?” (Gn, 4, 9) y, en nuestra capacidad de respuesta, ojalá se revele el alma de nuestros pueblos, ese reservorio de esperanza, fe y caridad en la que fuimos engendrados y que, por tanto, tiempo, hemos anestesiado o silenciado”.