¿Y qué pasa si el Sínodo ha sido manipulado en relación a la sinodalidad?


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Durante su pontificado, Juan Pablo II se sentaba obedientemente en la sala durante los Sínodos que le tocó presidir, y leía su breviario para pasar el tiempo… El chiste era que realmente lo que leía era la exhortación apostólica que él mismo emitiría al final, y que había sido redactada antes de que comenzaran las sesiones. Este chiste reflejaba la queja generalizada de que los documentos papales que se publicaban después de los sínodos, poco o nada tenían que ver con lo que los obispos habían discutido realmente.

Esta perspectiva nos será útil a la hora de pensar sobre las quejas que han aparecido durante este Sínodo de 2018, sobre la posibilidad de que ciertos puntos clave estarían amañados por el Papa y sus aliados. Pero hay una verdad inapelable: desde que Pablo VI instituyera el Sínodo en 1965, ha habido 28, divididos en ordinarios, extraordinarios y especiales. (El Sínodo 29º será el año que viene, uno especial sobre la Panamazonía).

Los obispos en el aula sinodal

En todo este tiempo, no ha habido ni un solo Sínodo que no fuera “amañado” en cierta medida, en el sentido que el papa que lo convocaba sabía lo que quería, por lo menos en algún frente. Hay cierta ironía en que la mayor queja sobre el de 2018 sea sobre el lenguaje del documento final, sobre “sinodalidad” como una “manera de… promocionar la participación de todos los bautizados y gente de buena voluntad” en el gobierno de la Iglesia.

Sinodalidad y colegialidad

Dado que la discusión sobre “sinodalidad” no se mantuvo mucho dentro de la asamblea, algunos obispos se preguntaban de dónde venía y alguno soltó una buena carcajada ante el hecho de que un himno al gobierno participativo fuera impuesto de una manera vertical. (El cardenal Gracias de la India, miembro del C-9 y de la comisión relatora del documento final del Sínodo, admitió cándidamente en una entrevista a CRUX que no tenía ni idea de dónde venía, especulando que podía haber sido el cardenal italiano Baldisseri u otro responsable nombrado por Francisco).

En resumen, “colegialidad” y “sinodalidad” son términos utilizados para referirse a una manera más descentralizada y e inclusiva de tomar las decisiones en el catolicismo. “Colegialidad” es un principio eclesiológico, mientras que “sinodalidad” es una manera que hacerlo operativo a través de la agrupación local, regional o nacional de obispos y otros participantes. La sección sobre sinodalidad fue rehecha desde un borrador que circuló el martes hasta la versión del sábado por la noche, pero todavía sigue siendo un punto importante del texto.

Para ser más justos, deberíamos considerar cuatro puntos:

  1. Este Sínodo puede que no haya tratado mucho la sinodalidad, pero su anfitrión desde luego sí lo ha hecho. Francisco, con su experiencia como obispo en la Conferencia Episcopal Argentina y el CELAM, ha repetido hasta la saciedad las virtudes de la sinodalidad durante su papado. “Precisamente el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”, dijo el Papa en 2015, en el 50 aniversario del Sínodo. “Una Iglesia sinodal es una Iglesia de la escucha, con la conciencia de que escuchar ‘es más que oír’. Es una escucha reciproca en la cual cada uno tiene algo que aprender”. Esta es su idea de manera sucinta, y por lo menos es defendible y razonable que sus aliados asuman que ya que el Papa lo repite en cualquier documento que emite, pueda estar también en el documento final.
  2. Discutieran o no el tema de la sinodalidad, algunos participantes, por lo menos, reconocen que la practican. “El Sínodo, para mí, ha sido practicar el arte de co-responsabilidad y sinodalidad, esta palabra de moda que ha aparecido al final del Sínodo, y que es cómo ser Iglesia juntos”, dijo Jonathan Lewis, un delegado americano y el secretario del Ministerio Pastoral y Social de la archidiócesis de Washington. “Cuando leí el documento, parecía coincidir con la experiencia que vivimos. Se ha mencionado en la sala durante este mes, pero no tanto como está en el documento, así que creo que ha asimilado lo que vivimos dentro y lo ha reflejado”, dijo.
  3. El documento final fue votado párrafo a párrafo por los obispos participantes, y pasó con una mayoría abrumadora. Aunque uno de los párrafos sobre sinodalidad atrajo el segundo mayor número de votos negativos, pero, aun así, pasó fácilmente por un margen de 191 a 51.
  4. No hay que invertir demasiado en el resultado de un Sínodo, porque este cuerpo es meramente asesor al Papa. Él es el que decide, y si un papa decide utilizarlo para calibrar la reacción a algo, ya lo ha decidido en lugar de empezar de cero… al fin y al cabo, es su reunión.

Entonces, ¿el sínodo del 18 ha sido manipulado al menos en la discusión sobre la sinodalidad? Probablemente. Un poco. ¿Se habría alterado lo más mínimo si no hubiera sido el caso? ¿Determina un cambio dramático? Básicamente no, en los dos casos.