Jose Fernando Juan
Profesor del Colegio Amorós

¿Y si Twitter cierra?


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Twitter opera desde 2006 y, para quien no se acuerde, comenzó siendo famosa, aunque solo fuera una plataforma exclusiva de estrellas. Después se abrió al gran público, a la gente, a las masas. Han sido los millones y millones de usuarios con sus millones y millones de mensajes los que, a la postre, han construido el valor de la Compañía. Frente a un esquema vertical y pasivo, el ‘microblogging’ se ha impuesto como una forma cómoda, ágil y efímera de participación social y contacto. A diferencia de otras plataformas, el contenido ha sido la clave. Junto al ‘hashtag’ se inventó al ‘retweet’. Hay ríos de tinta sobre ello y muchas publicaciones sobre su impacto en todo ámbito.



Mi opinión particular, pase lo que pase con esta red, o con Facebook o con Instagram o con TikTok o cualquiera que esté o venga, es que las sociedades democráticas occidentales han actualizado en el continente digital formas culturales que no desaparecerán fácilmente. Han arraigado profundamente y son especialmente relevantes en la formación y desarrollo de la juventud, por lo que siempre merecerá atención y serán atractivas a todo tipo de empresas, intereses y proyectos sociales, políticos, culturales.

Una escuela de “programación social”

Frente a la influencia que han podido realmente ejercer unos pocos, hay toda una serie de factores de vínculo, conexión y asociación que no pueden perderse de vista. Estos son los que, a mi entender, han conformado su auténtico valor. Twitter ha sido una escuela de “programación social” que por su aparente libertad y horizontalidad ha enseñado modos de participación, implicación e impacto nunca antes conocidas en la historia, con una hemeroteca de opiniones y comentarios larga. Esta participación ha dejado huella en varios sentidos: en uno mismo y en otros, pero también en la historia. No me cabe duda. Y, como en todo, ni blanco, ni negro.

Otra cuestión es las brechas que ha abierto; o la fractura, si se prefiere. El fenómeno de la polarización, tan comentado, no implica ya ninguna novedad. Solo sabemos que, ante cualquier tema relevante que se lance a la arena digital, aparecerán al menos dos bandos. Es la estrategia, impulsada por la propia red, de polarización que tan buenos resultados ha dado a la Compañía. Aparentemente. Porque, al tener que vencer o sentirse victorioso y tener que justificar, defender y agrandar la propia posición ideológica, los ríos de mensajes, la participación y las alianzas con otros cercanos crecía y crecía. Así se hicieron las famosas comunidades digitales que, en verdad, nadie sabe si han sido anteriores o posteriores a la polarización digital. Hasta los papas han escrito sobre ello llamando al encuentro, la escucha y el diálogo. No así los políticos.

Imagen de archivo de varias personas con teléfonos móvil y el logo de Twitter al fondo/Archivo VN

El tercer factor que destacaría es el de la quebrada intimidad a fuerza de exposición. Si la filosofía contemporánea analógica de finales del siglo XX contemplaba con pavor la destrucción de lo público en aras de lo social, con Twitter se ha resquebrajado cualquier posibilidad de volver a la entereza de lo anterior. A medida que se escribía sobre la liquidez más y más mensajes escritos, después con fotos y vídeos han generado un modo de vida expuesto, abierto y “escaparatista”. No solo respecto de lo que se hace en cada momento, sino también sobre lo que se piensa, se siente, se experimenta. Un juego que, en otros tiempos, daba forma a novelas, poesías y teatro en forma de libros ajenos a la propia vida, pero sin esa distancia suficiente para no confundir persona y personaje. La exposición es, como su palabra indica, una salida de sí mismo, cuando no un abandono real de la propia vida y lo más cercano. No hay escritor que se precie que no haya criticado con ahínco estas conductas.

No tengo ni idea sobre qué quedará u ocurrirá después de Twitter. Solo sé que el mundo digital es mucho más que esta red, aunque esta haya sido puerta de entrada para muchos y siga siendo lugar de encuentro y desencuentro, de pugna ideológica y de propuesta cultural, de esfuerzo por brillar y de humor, seriedad, ironía y “pieles delgadas”. Muchos, sin duda, agradecerán lo recibido y tendrán sensación casi de luto. Muchos pasarán días con algo que echan de menos y se ubicarán en otras formas de relación, información, interés. A lo mejor es tiempo de volver mejor sobre uno mismo o de encontrarse con el otro de otra manera. Qué se yo.