JUEVES 15. Braz de Aviz no usa edulcorantes ni aditivos para hablar de los abusos. “Quienes han encubierto abusos durante 70 años son una mafia; no son Iglesia”. Tampoco se anda con paños calientes Mariña Ríos, presidenta de CONFER. “El Papa nos decía que mirando al pasado nunca será suficiente lo que hagamos en la Iglesia para pedir perdón, y si miramos al futuro, siempre será poco todo lo que hagamos para crear una cultura capaz de evitar que estas situaciones se repitan”. No son solo palabras. Ya hay un plan de acción. Ambicioso. Y realista.
VIERNES 16. Preadolescente. Se acerca al sacramento de la reconciliación. El sacerdote le pregunta por qué no acude a la eucaristía dominical. Ella le comenta que entrena para alta competición. “Mientes y vas a ir al infierno”. Sí. A bocajarro. Para rematar, una coletilla invasiva que no ha lugar: “¿Y ya sales con chicos?”. Sí, la adolescente rompe el secreto y habla con sus padres. Y sus padres le invitan a no confesarse más. Al infierno los comentarios gratuitos.
SÁBADO 17. Sínodo diocesano de Jóvenes. Natalia no tiene filtros. Hace unas semanas, su mejor amigo, al que acompañaba cada domingo a misa, rompía a llorar. El párroco se había enterado de que era homosexual y le había prohibido la entrada a la iglesia. “Allí me planté y se reafirmó en su decisión. ¿Tú eres cura? Pues te hago la cruz”. Y Natalia se fue. Volvió al centro de menores donde es voluntaria y que gestiona la Iglesia. A pocos metros del templo que se reservaba el derecho de admisión. “Mis curas no excluyen”.
DOMINGO 18. Diálogo con Gabriel. Misionero del Verbo Divino. Compartimos un particular camino a Emaús en el sínodo local. Yo tiendo a detenerme en los discípulos apesadumbrados, con un “runrún”, algo ciegos ante el Resucitado. Gabriel me lleva a fijarme en Jesús. No les apabulla. Ni va de listo. “Les escucha. Antes que hablar, les escucha”. Escuchemos. Más. Y mejor.
LUNES 19. Nunca ha buscado el foco. Hasta que el Papa decidió vestirle de púrpura. No era obligado invitarle a la Plenaria. Pero hay quien se acordó. Incluso se le citó en el discurso de apertura. Muchos no le ponían cara. Ni se generó remolino a su vera para besar el anillo. Invisible, no. Pero corte, tampoco. No la necesita. Hasta que habló Fratini. El P. Aquilino Bocos estaba a su lado. Perdón, el cardenal Bocos. Era inevitable mirarle. Formaba parte del encuadre. Se quiera o no.