Primera pregunta que me hacen para el blog. “Y tú, ¿a quién preguntas?”. Directo y contundente, al grano y sin vueltas. Interesándose por la persona y no por un tema o contenido. Primer punto importante: los jóvenes son las personas que probablemente más se fijan en los demás y sienten curiosidad por sus vidas. Segundo punto: las preguntas nos acompañan toda la vida, no dejamos de hacerlas, nos persiguen, se incrustan en nosotros. Algunas nos dan esperanza y otras nos ilusionan, aún con cierto miedo.
Respondo muy sinceramente. Le cuento a este joven de Bachillerato que en mi época se cuidaba mucho el acompañamiento personal. Le explico qué es y alguna de mis experiencias. Un clima de confianza, de respeto, de libertad. Más escucha que otra cosa, dejarse conocer para ir conociéndose. Desde entonces siempre he buscado alguien con quien hablar de modo especial. Creo que la Iglesia sigue dedicándose y cuidando estas relaciones. Es algo parecido a dialogar de corazón a corazón.
Muchos jóvenes preguntan cosas prácticas a Google y a YouTube, casi como si fueran personas con capacidad de dar respuestas. Pero ni Google ni YouTube les conocen. Buscan de todo. Sobre felicidad, sobre relaciones, sobre sentimientos. Escuchan igualmente de todo. Mientras buscan la respuesta que cuadre con ellos. Pero, en el fondo, sin haber sido escuchados ni una sola vez. Y esto lo saben y queda ahí. Lo que encuentran suele dejarles desfondados y sin hacer una gran experiencia de vida.
Sigo hablando con el joven. A Dios también le he hecho grandes preguntas. Creo que esto es hacer oración. No recitar sin más, sino estar dispuesto a escuchar y recibir, entrar en una dinámica en la que no se pueden dejar puertas cerradas ni espacios ocultos. ¡Tiene que darse el momento o saber buscarlo! ¡Hace falta tiempo! Hablar con Dios comienza no pocas veces así y la maravilla del Evangelio, para quienes lo hemos vivido, es que ese libro y esas letras son capaces de leernos a nosotros mismos, de entablar un exigente diálogo en la verdad y el bien con nosotros en medio de todo lo cotidiano.
Terminamos este primer diálogo de la forma más contundente posible. ¿Qué pintan las religiones en todo esto, si solo se trata de un diálogo entre Dios y yo? Respondo que, aunque pueda parecer una locura, la religión es una gran pregunta a Dios y los creyentes auténticos son quienes se suman a ella y en esta forma de vivir han encontrado esperanza. Por eso son tan dañinas para las religiones, allí donde miremos, las personas que van con un catálogo de dogmas y prácticas por delante, sin ser capaces de mostrar que todo esto pertenece a un diálogo mucho mayor en el que el hombre busca a Dios después de haberse encontrado envuelto, de algún modo, en su Misterio. Pero esto, que se puede explicar así de sencillamente, no es tan fácil de entender sin haberlo vivido.