A pie de calle

Ianire Angulo Ordorika
Profesora de la Facultad de Teología de la Universidad Loyola

Desnudez

Suelo decir en broma que yo me hice religiosa para viajar, pero que no leí con atención la letra pequeña del contrato, donde decía que la mayoría de kilómetros recorridos serían en bus o en tren. Vamos, que la distancia no suele ser lo suficientemente grande como para conocer distintas culturas y modos de vivir,

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Nada será como antes

El impacto que algo provoca a la sociedad suele tener los días contados. No somos capaces de mantener altos niveles de atención ni de sensibilidad durante demasiado tiempo y aquello que acaparaba las noticias un día queda se arrincona en el olvido tras una temporada. No sé cuánto durará la conmoción generalizada por los desastres

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Embarrarse

Hay quien, irónicamente, dice que soy como “mudita”, la versión femenina del enanito de Blancanieves. Quiero pensar que es porque soy buena conversadora y no porque no sepa callarme cuando hace falta hacerlo. El hecho es que, por muy habladora que sea y aunque no sea fácil, a veces me quedo sin palabras. Es lo

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Humanidad compartida

Hay acciones que significan mucho más de lo que son, gestos que resultan mucho más elocuentes que aquello que decimos. No me refiero, aunque podría ser, a cómo el comportamiento denigrante para con las mujeres de cierto político es mucho más expresivo que todos los discursos pro-femeninos y anti-patriarcales que le precedieron. Apunto, más bien,

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Izal y la mujer de verde

Dicen que la gente se divide entre quienes son nocturnos y se acuestan tarde y aquellas otras personas que al final de la tarde no pueden más con su vida, pero amanecen muy temprano. Este empeño por clasificar a las personas no se reduce a ser búhos o alondras. WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir

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Disfrutar de lo pequeño

Los medios de transporte, en general, producen en mí un fuerte efecto somnífero. Basta entrar en un avión y, entre el hilo musical y el ruidito de los motores, no es difícil que acabe en los brazos de Morfeo antes incluso de despegar. Confieso que me encanta esa capacidad mía de dormirme hasta en el

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“Dios, si existes, gracias”

Lo de mis raíces urbanitas es más que conocido. Una servidora no puede evitar ser más de ciudad que una alfombra, por mucho que le encanten ciertas costumbres más de pueblo o, al menos, de barrio. Es lo que me sucede todas las mañanas cuando, al ir hacia la facultad, paso por delante de una

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Provocar escándalos… por amor

Soy una mujer afortunada donde las haya. Tengo la inmensa suerte de poder dedicarme a algo que me apasiona y que disfruto y, encima, haber podido convertirlo en profesión. La pasión por la Escritura me viene de antiguo, hasta el punto de que algún alumno de mi “otra vida”, como docente de Secundaria, ya me

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Cumplir “sin-cuenta” años

Una servidora está acercándose muy peligrosamente a esa edad redonda que parece una especie de ecuador existencial: los “sin-cuenta”, como dice un amigo… o el “dar la vuelta al jamón” que dice otro. En estas circunstancias brota de manera natural empezar a hacer balance agradecido de lo vivido, despedirse de todo aquello que el realismo

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La asignatura de cuidar

Cuando era pequeña siempre quise tener un perro, a ser posible un pastor alemán o un labrador. Me gustan los perros grandes, así que resulta bastante predecible que una mascota así no entraba ni en los planes de mis padres ni, por supuesto, en un piso de ciudad en el que ya vivíamos seis personas.

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