Nosotras, Hijas de María Auxiliadora, somos una familia religiosa toda de María, nacida de un proyecto inspirado por Dios a San Juan Bosco y realizado con fidelidad creativa por Santa María Domenica Mazzarello. El nombre define nuestra identidad: ser un monumento vivo de gratitud a María Auxiliadora, como quiso Don Bosco. Indica así la relación particular del Instituto con María, la madre de Jesús y de la Iglesia.
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Con ella vivimos la pedagogía del “hacerse cargo”, del “cuidar” a cada persona, especialmente a los niños y jóvenes, promoviendo múltiples iniciativas y plataformas educativas, para defender y promover la vida. Ella nos sigue inspirando y nos sigue acompañando para que seamos capaces de hacer lo que Él nos diga, como en las bodas de Caná.
Nos sentimos llamadas como mujeres y religiosas a dar testimonio con nuestra existencia del amor preventivo y providente de Dios. Queremos ser signos y expresión del amor de Dios a los jóvenes.
Después de 150 años, seguimos manteniendo la pasión y dando respuesta a esa invitación de la Virgen a Santa María Mazzarello, “A ti te las confío”, acompañando a los jóvenes por los caminos de los cinco continentes para que sean capaces de crecer como buenos cristianos y honrados ciudadanos, convencidas de que la cultura de la sociedad se puede transformar con la educación haciendo visible la misión carismática salesiana.
Fundadores
María Mazzarello
Al hilo de Dios fue tejiendo su vida, en el ajetreo del trabajo en los viñedos de Mornese, el pequeño pueblo que la vio nacer en 1837, o en la serenidad de la alquería de La Valponasca, a la que se trasladó su familia más tarde, a través de cuya pequeña ventana rezaba cada día dirigiendo su mirada y su corazón a Jesús presente en el sagrario de la parroquia.
Así fue viviendo su niñez y adolescencia, haciendo crecer en ella un fuerte sentido de Dios y el deseo de entregarse a Él, anhelo que D. Pestarino, sacerdote del lugar, supo acompañar con firmeza y delicadeza. La trama de la historia parecía romperse cuando a los 23 años D. Pestarino le pide que vaya a asistir a unos familiares enfermos de tifus y en el servicio generoso se contagia también ella.
Tras meses de convalecencia, Maín, como se la llamaba familiarmente, se recupera, pero nunca volvería a ser la joven trabajadora que dejaba atrás a los jornaleros en la viña. ¿Qué hacer ahora? ¿Qué quieres de mí, Señor? Una sencilla respuesta en boca de la Virgen María: “A ti te las confío”, se convertiría en el hilo que guiaría el resto de su vida. Hacer el bien a las niñas y acercarlas a Jesús, fue el plan que, junto a su inseparable amiga Petronila, descubrió como el sueño de Dios sobre ella. Mientras Don Bosco iniciaba su obra en Turín, ella comenzaba el taller de costura y el oratorio en Mornese como dos retales de una misma pieza que al juntarse descubren que son el mismo sueño de Dios para la vida de los muchachos y las muchachas. Así fundan el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora.
Una magnífica maestra
La primera comunidad de salesianas en Mornese, animada por ella, se caracterizaba por un ambiente de familia, por reconocer la presencia de Jesús en la Eucaristía y en el rostro de las muchachas más necesitadas. Invitaba con frecuencia a amar a todos no solo con las palabras sino con los hechos.
Como Superiora se mostró hábil formadora de sus nuevas hermanas y educadoras, además de ser una magnífica maestra de vida espiritual. Tenía el carisma de la alegría serena, y la pasión por dedicarse a la educación de la mujer. Lo que caracterizó hasta el final a María Mazzarello fue siempre su explícita intención de estar allí donde eran más vivas y urgentes las necesidades de las muchachas para llevar una respuesta concreta, adecuada y lo más integral posible.
El nuevo Instituto fue creciendo rápidamente. En 1877 parten las primeras hermanas para Uruguay, llegando a España en 1886. Tras su muerte en Nizza Monferrato (Italia) el 14 de mayo de 1881, su testimonio nos recuerda que la santidad es posible y cotidiana, que no nacemos santos, sino que nos hacemos santos respondiendo a las llamadas diarias de Dios en nuestra vida, dejándonos acompañar por las personas que Él pone a nuestro lado y hablando a Dios con la oración. La Iglesia la reconoce como modelo de mujer educadora y maestra espiritual, beatificándola el 20 de noviembre de 1938 y canonizándola el 24 de junio de 1951.
Juan Bosco
Juan Melchor Bosco nació en una familia campesina muy pobre, el 16 de agosto de 1815 en I Becchi, caserío de Castelnuovo d’Asti, cuyos miembros vivían como peones de la familia Biglione. Su madre, Margarita Occhiena, se había casado con Francisco, un viudo que tenía un hijo. El matrimonio tendría dos niños más, José y Juan.
Los Bosco tuvieron que trabajar en el campo desde muy jovencitos, pero Juan consiguió poder ir a la escuela, aunque eso suponía caminar cinco kilómetros para llegar. Al tiempo trabajaba para pagar el colegio. Infatigable y siempre activo, también se interesó por el teatro, la música y la prestidigitación, y fundó un movimiento juvenil llamado “La Sociedad de la Alegría”.
A los 20 años ingresó en el Seminario Diocesano de Chieri y se ordenó sacerdote en 1841, en Turín. Tenía 26 años cuando conoce a Don José Cafasso –hoy Santo–, su confesor y director espiritual, le da este consejo: “Camina y mira a tu alrededor”. Los suburbios de la ciudad eran verdaderas zonas de desolación para los niños y jóvenes recién llegados del campo. Le acompaña a conocer las cárceles, e impresionado por lo que allí ve, toma una clara decisión: “Debo hacer lo imposible para evitar que los muchachos lleguen aquí”.
El “apóstol de los jóvenes”
El 8 de diciembre de 1841 acoge a Bartolomé Garelli, el primer chico de la calle. Es el comienzo de la obra salesiana en Valdocco (Turín), el Oratorio festivo, dando respuesta concreta a esa juventud pobre, abandonada y en peligro. Valdocco será casa, patio, escuela y parroquia para sus jóvenes y su método educativo será el Sistema Preventivo. A fin de darle continuidad a su obra, el 18 de diciembre de 1859, funda la Sociedad de San Francisco de Sales – Salesianos.
Junto a María Mazzarello fundó el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Además, creó los Cooperadores Salesianos para apoyar y sostener la obra de la educación de la juventud, anticipando así nuevas formas de apostolado laico en la Iglesia. Instituyó también la Asociación de los Devotos de María Auxiliadora, vinculada al santuario de Turín, como un signo de reconocimiento por la presencia materna de la Virgen en toda su obra.
La obra de Don Bosco se expande rápidamente y llega a Utrera (España) en 1884. Barcelona recibe la visita de Don Bosco en 1886. A los 72 años, el “apóstol de los jóvenes” falleció. En el centenario de su muerte, el papa Juan Pablo II lo declaró “Padre y Maestro de la Juventud”. Fue canonizado en 1934.
Una de sus últimas frases está dedicada a quienes entregó su vida: “Decid a mis muchachos que les espero en el Paraíso”.
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