Cuasimodo en Chile: vuelve la tradicional celebración de origen campesino

  • En procesión popular llevan la Hostia consagrada a las casas de enfermos y ancianos
  • Las calles en barrios populares de las ciudades también se inundan de colores y fiesta

Cuasimodo en Chile: vuelve la tradicional celebración de origen campesino

Este año, en la zona central del país, se ha recuperado la tradición de llevar la Eucaristía a enfermos y ancianos, en sus casas, el Domingo siguiente al de la Resurrección.



Esta celebración tiene su origen en el afán por dar cumplimiento al precepto establecido por el IV Concilio de Letrán, el año 1215, que pide a todo católico comulgar al menos una vez al año, durante el tiempo pascual. Ya en el siglo XVIII se inició esta tradición que el pueblo llama “correr a Cristo” porque decenas, a veces cientos, de personas acompañan al sacerdote portador del copón con Hostias consagradas, también como una forma de protegerlo.

Tesoro del pueblo de Dios

El papa Juan Pablo II, en su visita a Chile en 1987, declaró esta celebración como un “verdadero tesoro del Pueblo de Dios.

Esta llamativa tradición se mantiene viva en muchos lugares, sobre todo en parroquias rurales o de sectores populares de las ciudades. En Santiago, por ejemplo, en 5 o 6 comunas periféricas durante la mañana del Domingo hay cientos de jinetes y ciclistas que acompañan al sacerdote mientras va visitando los hogares que dejan un altar en la vereda para indicar que allí es esperada la Comunión. Allí la procesión se detiene, el sacerdote ingresa a la casa, reza con la familia, da la comunión al enfermo o anciano, a veces hay algún canto y sale para seguir su camino.

En la comuna de Colina, al norte de Santiago, esta vez salieron a la calle más de 2.500 jinetes y ciclistas que recorrieron durante 3 horas caminos rurales para llegar a los hogares que se habían inscrito para recibir a Cristo. Isabel Valenzuela, alcaldesa de Colina, ha participado durante varios años en el recorrido.

“Como municipio, dijo la alcaldesa, estamos y estaremos siempre apoyando a los Cuasimodistas. Esta fiesta es parte del alma misma de la comuna. Además, nos corresponde asegurar que el recorrido se vaya dando sin contratiempos, lo que significa redirigir el tránsito, limpiar las calles, y ver que todo esté preparado para que, en cada parada, la fe de las personas que participan se manifieste sin problemas”.

Custodiar y defender a Jesús sacramentado

En la diócesis de Melipilla, vecina al poniente de Santiago, su obispo Cristián Contreras dirigió una carta a los católicos recordando esta celebración y explicando sus orígenes y modo de realizarla. Alude también a la espiritualidad del cuasimodista: “Debe tener incorporado a Cristo Resucitado en el quehacer diario de sus vidas, ya sea en su propia familia, trabajo, con sus amistades y alimentarse de la Palabra de Dios. Tiene el compromiso de custodiar y defender a nuestro Señor Jesucristo Sacramentado, para que no sea profanado. Además, deberá confesarse una vez al año y en especial estar preparado en el día del Cuasimodo y recibir el Cuerpo de Cristo en ese día”, indica el obispo.

Contreras recuerda, en su carta, los tres principios que rigen al cuasimodista, tomados de su Manual: “Fe, debe ser hombre o mujer de fe en Cristo Resucitado. Alegría, deberá manifestar su alegría por llevar a Cristo Resucitado a los enfermos, ancianos e impedidos. Solidaridad, deberá ser solidario con el hermano que sufre”.

Colores del Vaticano

Como ocurre en la diócesis de Melipilla, en muchas ciudades de otras diócesis también se vivió esta fiesta inundando de colores sus calles. Los cuasimodistas visten con los colores vaticanos, blanco y amarillo, con un pañuelo blanco en la cabeza para cubrirla, sin usar sombrero por respeto a Cristo. Muchos portan banderas chilenas y de El Vaticano y adornan sus vehículos o cabalgaduras con los mismos colores.

Se agrupan en cofradías en las que se preparan durante el año, tanto en contenidos de su espiritualidad como en preparativos de sus atuendos y adornos. En la forma más tradicional, acompañan o ‘corren a Cristo’ en parejas montadas, fijas. Además, en la procesión va también un coro de cantores litúrgicos en un vehículo, carreta o camión, que sigue al que lleva al sacerdote.

Este año, después de las limitaciones sanitarias de la pandemia, la participación en esta celebración ha sido muy numerosa y entusiasta.

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