Queríamos conocer y hablar con mujeres que están luchando por un cambio en el mundo y que hoy son las protagonistas de la lucha por la vida y la libertad. Afganas, yazidíes, iraníes, kurdas, africanas, sudamericanas, indias y mujeres migrantes… Distintas y lejanas de nosotras, pero tan cercanas en su deseo de cambio y de transformar el sufrimiento en protagonismo y la marginación sufrida en su motivación vital. Lo hacemos de la forma más sencilla: con diez cartas de escritoras italianas que, estamos seguras, llegarán de algún modo hasta los lugares más lejanos del globo.
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El lenguaje de la literatura, como el de la libertad, es universal. A pesar de que todavía hay mucha opresión en el mundo, la voz de la mujer es fuerte y capaz de traspasar fronteras de todo tipo. Reclama ser escuchada.
Viola Ardone ha escrito a la mujer afgana a la que le han quitado todo, incluso el rostro, pero que no se resigna a ser lo que los hombres quieran que sea, es decir, un fantasma sin pensamiento ni vida propios. Pero debajo del burka está ella, la mujer que vive y piensa. Como bajo el “hiyab”, hay mujeres iraníes que tienen el coraje de batirse por su futuro en las plazas. A ellas dedica una carta Silvia Avallone. Carola Susani se dirige a las mujeres kurdas, las primeras en gritar “Jin, Jiyan, Azadi”, “Mujeres, Vida, Libertad”.
Las palabras a las mujeres yazidíes que derribaron el “muro de la indiferencia” de Occidente cuando el Estado Islámico intentó destruir a su pueblo son de Mariapia Veladiano.
Y de Dacia Maraini las dirigidas a las mujeres africanas atrapadas entre un atraso que las sigue castigando y una modernidad que, sin embargo, les niega sus derechos.
También los hombres
Nadia Terranova escribe a las niñas que nacieron en tiempos de guerra, las frágiles niñas que tienen que enfrentarse a un mundo difícil y malo. Igiaba Scego a una niña yanomani cuyas tierras fueron invadidas y saqueadas en la fiebre del oro amazónica. Elena Janezeck a las migrantes invisibles y excluidas. Maria Grazia Calandrone cede su voz a una niña india que rechazó un matrimonio impuesto por su familia.
Pero, ¿y los hombres? También ellos están presentes en este número de “Mujeres, Iglesia, Mundo”. También ellos tienen su carta. Las palabras de Edith Bruck pesan como rocas: “Es la debilidad de los hombres la que desencadena la violencia, la violación y el asesinato. La debilidad y no el amor”.