DCM
Portada DChM Nº 89

Defender el planeta

Existe una alianza de facto entre las mujeres y la Iglesia en lo que concierne a la defensa del planeta. Hay un acuerdo profundo en la lucha contra el cambio climático que amenaza a la entera familia humana. Hay un puente entre el compromiso por el medio ambiente, que con el pontificado de Francisco protagoniza la acción de la Iglesia, y el de tantas mujeres que luchan en los países más lejanos y a menudo pobres y que buscan soluciones concretas para que la Casa Común no sufra daños irreparables.



En este número de Mujeres, Iglesia, Mundo hemos buscado a aquellas que, durante mucho tiempo, y en la periferia del mundo, han tratado de proteger el medio ambiente, el aire, los bosques, la fauna, la vida humana y oponerse a la degradación. Detener los enormes daños que los países más ricos, a pesar de las convenciones, conferencias y declaraciones de buena voluntad, son incapaces de atajar. Hemos encontrado historias más elocuentes y emocionantes que muchas palabras, experiencias que ya están dando sus frutos. Hemos descubierto una voluntad indomable de seguir adelante a pesar de las dificultades.

Amazonía

Como en la historia de Vandana Shiva quien, en 1995, fundó un banco comunitario de semillas contra el abuso de la tierra. Porque, y de acuerdo con la convicción de la fundadora de la finca Navdana, serán las mujeres las que salven la tierra, impidan la explotación intensiva del suelo y salven las semillas. También encontramos en este número la historia de la hermana Patricia Daly que en los consejos de administración de grandes empresas utiliza un paquete de acciones que le han confiado inversores católicos para orientar las políticas corporativas hacia la lucha contra el cambio climático y la protección del medio ambiente.

Mujeres comprometidas

O la de la activista keniata Wanjira Maathai que, siguiendo los pasos de su madre Wanjara Maathai, la primera mujer africana en recibir el Premio Nobel de la Paz por su compromiso con el desarrollo sostenible, con el Green Belt Movement hace lo que es posible hacer, porque, –sostiene–, es de la vida cotidiana de donde hay que partir. “Hago pequeñas cosas como plantar árboles”, decía su madre, una frase que se ha convertido en consigna.

Desde Uganda llega la historia de Vanessa Nakate, la cara africana del movimiento Rise Up Climate, la estudiante que peregrinó con Greta Tumberg por cumbres internacionales para pedir a los grandes de la tierra que detuvieran la carrera hacia la autodestrucción. Hablamos de todo esto en este que es el mes de la creación, y mientras se prepara la COP 27 sobre cambio climático.

Es reconfortante saber que en muchas partes del mundo las mujeres lo están intentando. Que ellas son las defensoras de la tierra con el apoyo incondicional de la Iglesia.

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