Por fin está atrayendo la atención y despertando la conciencia del mundo el fenómeno de la violación continuada y sistemática a la que son sometidos las mujeres y los niños migrantes: durante su peligroso viaje por África; en los campos donde esperan; durante sus terribles trayectos por mar en precarias embarcaciones; y, en muchas ocasiones, en los lugares que deberían ofrecerles acogida y protección y donde, en realidad, estas mujeres son convertidas en esclavas obligadas a prostituirse.
Sin embargo, la atención aún no es suficiente y, por tanto, todavía no se han implementado medidas ni jurídicas ni sanitarias para hacer frente a la situación.
Ante un fenómeno de tal magnitud y gravedad, se hace necesario, sobre todo, desarrollar instrumentos jurídicos que tengan en cuenta su naturaleza estructural y permitan detenerlo y castigarlo a gran escala. Son muchos los documentos legales internacionales recientes sobre estas situaciones, que se enmarcan entre la violación y la tortura y entre la violación y los delitos contra la humanidad. Son iniciativas que merecen ser retomadas y consideradas en profundidad.
Equiparar jurídicamente la violación sistemática contra las mujeres (y los niños) migrantes a la tortura permitiría afrontar el problema a nivel internacional, y no solo nacional, con la posibilidad de llevar a cabo grandes intervenciones y, en consecuencia, desarrollar protocolos de recuperación adecuados para las víctimas. Se trata fundamentalmente de subrayar la naturaleza delictiva de esta clase de violación, muchas veces vista como un acto del que la víctima -y no el agresor-, se debe avergonzar, por lo que el crimen es silenciado y, ni siquiera, denunciado.
Hemos hablado en este número con dos abogados y un médico legal y criminólogo clínico. María Stella D’Andrea es experta en la asistencia médica a las mujeres víctimas de esta terrible violencia. Hemos recopilado testimonios inspiradores y valientes de dos mujeres africanas, ambas víctimas de la violencia sexual, que ahora viven acogidas en un centro bajo protección. La compasión y la empatía no son suficientes. Hace falta detener a estos torturadores y encontrar los instrumentos jurídicos adecuados para hacerlo de la forma más rápida y eficaz.
Ese será el primer paso.