Acaba de concluir en Roma la primera sesión del Sínodo de la Sinodalidad en la que 54 mujeres han tenido derecho al voto. La segunda asamblea tendrá lugar en octubre de 2024 y entonces se cumplirán exactamente sesenta años desde que 23 mujeres entraron en el Concilio Vaticano II. Eran 10 religiosas y 13 laicas. Todas participaron como auditoras, es decir, como oyentes.
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Aquellas madres conciliares que entraron en San Pedro a finales de septiembre de 1964 eran mujeres formadas y creyentes convencidas, pero sabían que ninguna de ellas tendría derecho a hablar ni podría votar. Se mostraron muy activas, cohesionadas y decididas a no perder la que era una oportunidad para todas las mujeres del mundo. Porque, si bien el Concilio abordó solo marginalmente la cuestión de las mujeres, lo cierto es que ofreció nuevas perspectivas para “la otra mitad del género humano”.
Como escribe Adriana Valerio, historiadora y teóloga y autora del libro ‘Madres del Concilio,’ “sabemos de las intervenciones de algunas de ellas (por ejemplo, de la australiana Rosemary Goldie, de la española Pilar Bellosillo y de la francesa Suzanne Guillemin) reivindicando que lo femenino no fuera tratado como un tema en sí mismo para aislarlo o destacarlo, sino que se afirmara la dignidad de la persona humana y la primacía de la igualdad fundamental que conferiría a cualquier mujer bautizada el principio de corresponsabilidad apostólica”.
En este número de ‘Donne Chiesa Mondo’ parte de ellas cuentan cómo ha cambiado la posición, el papel y la conciencia de la mujer en la Iglesia en sesenta años. Cambios con distinto signo y marcados por algunos reveses como subraya Mercedes Navarro Puerto, mercedaria y estudiosa de la Biblia, que escribe sobre las religiosas después del Concilio y ofrece su testimonio en primera persona.
Fueron numerosas las intervenciones de quienes comprendieron y vivieron las lecciones del Concilio como creyentes, como religiosas o en su vida profesional y política: Cettina Militello fue una de las primeras mujeres italianas matriculadas en una facultad de teología; Nicla Spezzati fue una de las primeras en ocupar un alto cargo en la Curia; y Rosy Bindi fue líder de Acción Católica y después ministra de la República Italiana.
Carta imaginaria
Por su parte, como escritora, Carola Susani cuenta las reflexiones de una madre conciliar a través de una carta imaginaria a una joven de hoy. Y está la experiencia de los movimientos de mujeres laicas: católicas que ya antes del Concilio habían descubierto el protagonismo de las mujeres fuera del hogar y dentro de la Iglesia.