No tenemos que tener miedo de dar espacio a las mujeres, sostiene Francisco. Palabras que nos impactan y nos conducen a una reflexión. ¿Ha habido y hay hoy en día miedo a las mujeres en el seno de la Iglesia? Evidentemente Jesús no temía a las mujeres.
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Lo vemos en su propia vida marcada por encuentros con figuras femeninas diferentes entre sí, pero igualmente importantes en la historia de la Salvación. ¿Entonces, qué ha pasado? Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que la Iglesia no ha valorado el carisma, la fuerza y ese “genio femenino” reconocido por Juan Pablo II en el umbral del año 2000.
En siglos lejanos, las brujas, las profetisas, las santas vivientes, las videntes o las místicas eran temidas porque expresaban una religiosidad incontrolada, fuera de cualquier esquema, y podían ejercer, –y ejercieron–, una influencia sobre el pueblo o sobre el sistema político. Los propios claustros eran vistos como peligrosos focos de cultura; y la cultura, ya se sabe, es poder. ¡Pensemos en las poderosas abadesas medievales!
Fue la Iglesia en su conjunto, –hombres, mujeres, religiosos y laicos–, la que temió a las mujeres y, al tratar de controlarlas, las marginó. ¿O fue el clero por temor a que el poder masculino de la jerarquía tuviera que repartirse? Aquí se abre una reflexión que se centra en cómo superar el miedo del que habla el Pontífice, un Papa que ha denunciado la escasez de mujeres en altos cargos y puestos de toma de decisión en la Iglesia y que, de forma lenta pero segura, está promoviendo procesos de cambio.
En febrero, los nombramientos de Catia Summaria, como Fiscal del Tribunal de Apelación del Estado de la Ciudad del Vaticano, y de Nathalie Becquart, como subsecretaria del Sínodo de los Obispos han constituido un paso adelante. En el caso de Becquart, es la primera vez que una mujer tiene la oportunidad de votar.
El espacio de la mujer
En nuestra opinión, estamos ante un signo tangible de un cambio tras los últimos Sínodos (Jóvenes y Amazonia), durante los cuales numerosos padres sinodales invitaron a reflexionar sobre el papel de la mujer en la Iglesia. Los jóvenes en 2018 se adelantaron a esta realidad con unas palabras casi proféticas: “Y ahora, los padres y madres sinodales pueden volver a casa”.
Nuestras lectoras y lectores conocen a la hermana Becquart, quien escribió en esta revista sobre la importancia de las mujeres a la hora de “reparar” la Iglesia. Mujeres que “tienen que lidiar con el clericalismo y pueden estar expuestas a formas de desigualdad”, (julio de 2019). Mujeres que “se sienten llamadas a no tener miedo de avanzar, atreviéndose incluso a plantear cuestiones como el derecho al voto”, (enero de 2020).
¿Podemos decir que ahora el Sínodo de los Obispos se ha convertido “también” en un espacio de escucha, de reconocimiento, de reciprocidad y de liderazgo para las mujeres en la Iglesia?