Palabras del secretario de la CIVCSVA, José Rodríguez Carballo, ofm
¡Despertad al mundo!
Queridos hermanos y hermanas:
No pudiendo hacerme presente en vuestra Asamblea, por tener que viajar a Vietnam y participar en diversos encuentros programados por los religiosos y religiosas de aquellas tierras, deseo hacer llegar mi saludo fraterno a todos los directivos de CONFER y a cuantos participáis en el encuentro anual de CONFER. Lo hago en nombre propio y en nombre de nuestro Dicasterio. A todos y a todas: ¡El Señor os dé la paz!
En el contexto del Año de la Vida Consagrada, sea mi primera palabra de gratitud por lo que CONFER hace en el campo de la animación de la vida consagrada en España, y particularmente por la buena acogida que ha tenido entre vosotros el Año de la Vida Consagrada. Gracias por haber secundado muchas de las iniciativas que os ha propuesto nuestro Dicasterio. Gracias por la creatividad que habéis mostrado en llevar a cabo otras muchas, tanto a nivel nacional como diocesano o regional, en varias de las cuales he tenido la suerte de participar yo mismo.
Estoy plenamente convencido que este Año será un tiempo de gracia para todos nosotros que un día, más o menos lejano, nos hemos propuesto seguir “más de cerca” a Cristo en la vida consagrada. Lo será en la medida en que cotidianamente logremos reencender la llama de nuestra pasión por Cristo y por la humanidad, viviendo la radicalidad de nuestra opción evangélica, sin renunciar nunca al elemento que caracteriza y define nuestro ser en el mundo y en la Iglesia: la profecía.
Con profunda convicción hago mías las sabias palabras de Benedicto XVI, pocos días antes de renunciar a la Sede de Pedro. Con motivo de la celebración del Día de la Vida consagrada, el 2 de febrero de 2013, en su homilía el papa Benedicto afirmaba: “No os unáis a los profetas de desventuras que proclaman el final o la falta de sentido de la Vida Consagrada en la Iglesia de nuestros días; más bien revestíos de Jesucristo y empuñad las armas de la luz… estando siempre despiertos y vigilantes”.
A la Vida Consagrada le sobran “profetas de desventuras” y le faltan hombres y mujeres que, conscientes de sus fragilidades pero también de sus posibilidades, sabiendo de quien se han fiado (cf. 2Tm 1, 12), miran al pasado con la gratitud propia de quienes saben leer la historia con una mirada de fe, viven el presente con la pasión de quienes tienen el corazón centrado en Cristo y en la humanidad, particularmente en las víctimas de la cultura del desecho, y abrazan el futuro con esperanza, sabiendo que para él nada hay imposible (cf. Lc 1, 37) y, si para él nada hay imposible, también nosotros con Pablo podremos decir: “todo lo puedo en aquel que me da la gracia” (Flp 4, 13).
La Vida Consagrada, tal vez hoy más que nunca, necesita de hombres y mujeres despiertos y vigilantes, hombres y mujeres que sean profetas, y no solo juegen a serlo, como nos advierte el papa Francisco.
La Vida Consagrada necesita de hombres y mujeres que, como los profetas bíblicos, sean llamada y aldabonazo para corazones adormilados, voz que se deje oir en los “desiertos” de nuestros pueblos y ciudades, donde muchos de nuestros contemporaneos viven como si Dios no existiera, siendo ellos mismos testigos del Señor, al que confesamos como el Todo, como la riqueza a saciedad.
La Vida Consagrada necesita de hombres y mujeres que, como los profetas bíblicos, reclamen y denuncien todo aquello que es contrario al sueño de Dios para el hombre y la mujer de todos los tiempos; una denuncia que convierta al consagrado en conciencia para su pueblo; una denuncia que parta de la pasión del consagrado por Dios y por el pueblo.
La Vida Consagrada necesita de hombres y mujeres profetas que, siendo “centinelas de la mañana” (cf. Is 21, 11-12), anuncien caminos de esperanza para el futuro (cf. Ez 37, 1ss) en la “noche oscura” por la que atraviesan nuestros pueblos.
La Vida Consagrada necesita hombres y mujeres que, como Elías, intercedan por el pueblo (cf. 1Re 18, 41ss); hombres y mujeres que, manteniendo una íntima unión con Dios, no por ello se desentiendan de la suerte del pueblo.
Estoy convencido que los consagrados seremos profetas y despertaremos al mundo si nos moveremos al soplo del Espíritu; si experimentamos, en el día a día, la compañía de Cristo y permanecemos en su amor (cf. Jn 15, 9), dando nuestra vida para que los demás sean un poco más felices; si vencemos la tentación de vivir cada día entre las cosas sagradas sin entrar en contacto vivo con el Señor; si, en soledad o en fraternidad, vivimos desde la lógica del Evangelio, renunciando a la “mundanidad”; si dejamos de ser narradores de nosotros mismos y nos comprometemos en ser testigos del Resucitado.
Los consagrados seremos profetas y despertaremos al mundo si nos dejamos interpelar y guiar por la Palabra, dando y compartiendo una luz nueva sobre la historia y la existencia humana, llegando a ser historia viva de una relación fiel entre Dios y la humanidad.
Los consagrados seremos profetas y despertaremos al mundo si, en un mundo, como el nuestro, de difícil convivencia, de prepotencia con los más débiles, de la globalización de la indiferencia, lograremos ofrecer un modelo concreto de vida en comunidad que, a través del reconocimiento de la dignidad de cada persona y del compartir el don que cada uno lleva consigo, viviremos relaciones profundamente fraternas.
Los consagrados seremos profetas y despertaremos al mundo si seremos capaces de dar vida al fragmento, si alargamos neustra mirada a horizontes nuevos y amplios, los horizontes de Dios, si nos convertimos en cómplices del sueño de Dios para el hombre y la mujer de hoy.
Queridos hermanos y hermanas participantes en este encuentro de CONFER, este es mi deseo: que este Año de la Vida Consagrada que estamos viviendo nos ayude a seguir al Señor “en un modo especial, en modo profético” (papa Francisco). Que nadie nos robe la profecía con la cual despertaremos e iluminaremos al mundo, como nos pide el papa Francisco.
Mientras os reitero la invitación a participar numerosos en la semana de la Vida Consagrada que celebraremos en Roma del 28 de enero al 2 de febrero del 2015, con la cual concluiremos el Año de la Vida Consagrada, os abrazo a todos en el Señor, asegurándoos mi oración y pidiendo la vuestra.
Volver a Documentos
DOCUMENTOS: Discurso del presidente en la inauguración de la XXII Asamblea General de CONFER 2015