Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur. Son los cuatro destinos que conforman el viaje más largo emprendido por Francisco en sus once años de pontificado. Una peregrinación que habla de la universalidad de la Iglesia, de la diversidad del orbe católico y, por tanto, de la pluralidad del entorno social y político en el que se mueve y en que ha de anunciar la Buena Noticia, alejada de todo proselitismo y ejerciendo de puente en contextos más que complejos y desafiantes. Prueba de ello es que en la agenda de esta visita apostólica se incluía a Indonesia como el país con un mayor número de musulmanes de todo el planeta, pero también a Timor Oriental, como la nación con un mayor porcentaje de católicos del mundo.
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La capacidad del Evangelio para inculturarse en cada uno de estos contextos se pone de manifiesto en los misioneros que contagian las bienventuranzas con palabras y obras de una vida entregada. Pero también son testimonio directo unas comunidades nativas que, abanderadas de una frescura interpelante, son ejemplo de cómo vivir una fe renovada y renovadora que se entronca en sus raíces ancestrales con una vitalidad admirable.
Con su sola presencia, el Sucesor de Pedro ha respaldado a unos y a otros, defendiendo el compromiso de la Iglesia con el bien común, especialmente saliendo al rescate de quienes no cuentan, de quienes están a los márgenes. A la vez, ha reivindicado un diálogo interreligioso que sea baluarte de la paz frente a quienes manipulan cualquier credo para sus intereses ideológicos extremistas.
Desde ahí, resulta especialmente relevante la firma de la Declaración de Istiqlal, que sigue la estela del Documento de Abu Dabi, para caminar de la mano de un islam que apuesta por una secular convivencia integradora. A la vez, ha denunciado las amenazas que se ciernen sobre unas poblaciones que cuentan con una abundancia de recursos naturales y humanos que está en peligro por la explotación sin medida de la Casa común.
Rostro poliédrico de Jesús
Estos doce días en Asia y Oceanía son una invitación a comprender que la catolicidad no puede entenderse únicamente desde Roma, con una mirada reduccionista emitida desde cualquier otro punto geográfico occidental y, menos aún, con postulados formulados en abstracto para aplicarse de manera unidireccional. Al poner rumbo a la periferia de las periferias, el Papa llama a todos los cristianos a descentrarse geográfica y mentalmente para comprender dónde está el verdadero centro. Jesús de Nazaret, aquel que nació en un lugar recóndito que nadie situaba en el mapa, se encarna hoy en ese rostro poliédrico que conforma la Iglesia lo mismo en Yakarta que en Port Moresby, Vanimo, Dili o Singapur.