La lucha contra los abusos exige una minuciosidad sin precedentes en el ámbito canónico para afrontar esta lacra con todas las garantías exigibles a cualquier proceso judicial. Por eso, resulta significativo que, por primera vez y de forma oficial, los superiores de Doctrina de la Fe hayan explicitado a esta revista que los “delicta graviora”, donde se enmarcan estos casos, “han sido reservados a este Dicasterio, que tiene competencia exclusiva sobre ellos”.
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“Sin perjuicio de esto último, los crímenes de esta naturaleza pesan particularmente en la responsabilidad pastoral de los obispos”, recuerdan desde Roma a Vida Nueva, preguntados por la invitación del nuncio Bernardito Auza a los prelados españoles para que acudieran “vivamente” a la Rota para “aplicar el Derecho en estos procesos”.
El escándalo es el abuso
Ante este subrayado vaticano, solo cabe ajustarse sin fisuras a la carta ‘Vos estis lux mundi’ y al vademécum correspondiente, evitando vías paralelas, circuitos cerrados y mínima sombra de corporativismo que orille a la víctima como propiciadora de un escándalo, cuando el escándalo es el abuso. Máxime cuando la Iglesia se juega, no su credibilidad, sino su fidelidad evangélica.