La extremeña Cecilia Pilar Gracia es la nueva presidenta de Manos Unidas, la principal ONG internacional española de cooperación al desarrollo, que asume esta encomienda en una coyuntura global especialmente compleja, marcada por la incertidumbre de la pandemia y de la guerra de Ucrania.
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Este contexto, lamentablemente, ha marcado un punto de inflexión en la lucha contra el hambre, que está en la razón de ser de esta plataforma que nació hace seis décadas. Se vislumbra una amenaza nada desdeñable de que la pobreza y todas las catástrofes humanitarias derivadas de ella se van a acrecentar en los próximos meses, frente a un capitalismo proteccionista cada vez más insaciable.
Lejos de achantarse, los proyectos de Manos Unidas se acrecientan, con una esencia sinodal desde la raíz, puesto que fue abanderada por un grupo de mujeres laicas que supieron dar el salto del asistencialismo rico-pobre a considerar al necesitado como un socio, como un hermano, al que tratar de igual a igual, en el que se confía y se impulsa para devolverle esa dignidad perdida a base de saciar el hambre y sed de justicia que exige una Bienaventuranza que no caduca nunca.