La elaboración de la constitución apostólica Praedicate Evangelium se encuentra en su fase final. A los contratiempos propios de la pandemia, se ha unido un penúltimo debate vinculado a una cuestión que bien pudiera parecer un trabalenguas lingüístico, pero que implica una profunda reflexión.
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- A FONDO: El último escollo para aprobar la constitución apostólica: la Curia, ¿al servicio del Papa o de la Iglesia?
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Tras un primer borrador impulsado y promovido por el Consejo de Cardenales que asesora al Papa, y la consulta a las conferencias episcopales de todo el planeta y a los diferentes departamentos vaticanos, se ha puesto sobre la mesa vaticana si en la redacción definitiva del documento ha de subrayarse que la Curia tiene que estar al servicio del Papa o bien al servicio de la Iglesia.
Asistir al rebaño universal
Nadie duda de que el conjunto de órganos de gobierno de la Santa Sede no tiene otra misión que asistir al rebaño universal bajo la dirección del sucesor de Pedro. Pero, de una manera u otra, no está de más subrayar que la Curia no es un fin en sí misma, sino que nace para atender a la comunidad en nombre y bajo la autoridad del Romano Pontífice, pero no por encima de nadie, y menos aún de las Iglesias locales, a las que está llamada a acompañar, no a tutelar.
Cada uno de los que forman parte del engranaje curial ha de interiorizar una de las máximas que están detrás de una idea que el Papa ha repetido por activa y por pasiva: “El verdadero poder es el servicio”. Sea en la Secretaría de Estado o en el futurible ‘superministerio’ de Evangelización, el trabajo de quienes asuman cualquier responsabilidad en el organigrama ha de borrar toda corruptela y abuso, ya sea financiero, de poder…
Y no solo eso, los curiales no son funcionarios, gerentes ni políticos, sino discípulos llamados a trabajar con lealtad, eficacia y profesionalidad. Como dinamizadores en la misión evangelizadora, no como freno o cortapisa.
Cambios impulsados por Francisco
Aun así, partiendo de que la constitución apostólica es una pieza fundamental para poner al día el funcionamiento del engranaje vaticano, con consecuencias directas en la Iglesia universal, gran parte de los cambios impulsados por Francisco y que se recogerán en la norma ya se han puesto en marcha. En cualquier caso, ni Praedicate Evangelium ni la Curia impulsan por sí solas la reforma de la Iglesia, pero sí pueden erigirse en un instrumento facilitador o entorpecedor.
Son los católicos, del cardenal al cristiano de a pie, a quienes corresponde esa conversión personal, pastoral y eclesial que desde el minuto cero ha buscado Francisco. No por empeño personal, sino como encargo en el precónclave del que se cumplen ahora ocho años. Allí es donde Francisco expuso esa “Iglesia evangelizadora en la periferia que sale de sí”. Esa Iglesia y esa Curia servidoras que ahora se aterrizan en Praedicate Evangelium.