Editorial

Bienvenida sin rubor al Papa

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Publicado en el nº 2.728 de Vida Nueva (del 6 al 12 de noviembre de 2010).

Benedicto XVI llega los próximos días 6 y 7 a Santiago de Compostela y a Barcelona. Un viaje con dos escalas importantes. No se trata de una visita pastoral a la Iglesia española; tampoco a la Iglesia en Galicia o en Cataluña. No es como otras tantas visitas, repletas de encuentros y celebraciones con diversas realidades de cada Iglesia particular. Es una visita concreta, iniciativa del propio pontífice, a la muy significativa catedral de Santiago de Compostela y al templo de la Sagrada Familia diseñado por el arquitecto catalán Antoni Gaudí, en Barcelona. Hay que tener en cuenta esto antes de entrar en valoraciones diversas, teñidas muchas veces de poca visión de conjunto.

Benedicto XVI, con su presencia en Santiago de Compostela, está señalando las raíces cristianas de Europa en su empeño por mostrar un continente que no se entiende a sí mismo sin la fe cristiana y sin la influencia del cristianismo. Santiago de Compostela ha sido la meta y origen de muchas iniciativas creyentes que han recorrido los caminos europeos. La fe consolidada en la historia, en la cultura, en las costumbres, en el arte y en una manera de ser. Es, por lo tanto, una visita de agradecimiento al pasado y reconocimiento de las primeras piedras humanas de la aventura creyente europea. En Santiago de Compostela, el Papa recorrerá el último tramo de un camino simbólico, paradigma de la fe que busca el entendimiento. Habrá que estar muy atentos al mensaje del Papa en un lugar en el que Juan Pablo II lanzó un grito de esperanza y de reto: “Europa, sé tú misma”.

La otra escala del viaje es a Barcelona, concretamente al templo de la Sagrada Familia. La consagración de este bello edificio, construido según una visión creyente del arte, dará pie a Benedicto XVI no sólo a reconocer la belleza como un camino excelso para acercarse al Misterio, sino también para lanzar una llamada de futuro. La Iglesia no sólo mira al pasado. También al futuro. Un templo que se alza con tal majestuosidad, símbolo de una ciudad aparentemente secularizada, es ya un mensaje en sí mismo. El Papa lo ha repetido y volverá a decirlo en Barcelona. La fe entra como una saeta de esperanza en el siglo XXI, como entran en el cielo barcelonés las altas torres de Gaudí. Es un reto, un desafío el que tiene la fe en las sociedades contemporáneas en donde busca tener un lugar, ni mayor ni menor que otras, sino un lugar en el que poder expresar su mensaje trascendente.

Pasado y futuro se traban en esta visita de Benedicto XVI, la segunda que realiza a nuestro país. Será España el país más visitado por el Papa cuando el próximo mes de agosto acuda a Madrid para celebrar la Jornada Mundial de la Juventud. España es para el Papa un lugar importante, no sólo por su vieja y esplendorosa historia, sino también por el lugar que ocupa en Europa y su papel como cabeza de puente con América Latina.

Y en medio de esta visita, las lecturas más diversas, colaterales, pero no poco importantes y que no se debieran de oscurecer. Tales son el momento en el que se produce la visita a una Iglesia española que necesita aliento y esperanza; a una Iglesia que no es únicamente Madrid, sino otras muchas realidades sociales, políticas y eclesiales que van más allá de los muros madrileños. Una visita que respeta la realidad de cada comunidad, usando su lengua; una visita con perspectivas de esperanza. Igualmente, una visita en la que la tensión con el Gobierno ha estado aminorada, huyendo del enfrentamiento de hace unos años y optando por la vía del diálogo.

¡Bienvenido!

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Especial Visita de Benedicto XVI a Santiago de Compostela y Barcelona