Editorial

Canadá: inculturar frente a extirpar

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El viaje de Francisco a Canadá responde a una deuda personal contraída con los indígenas a los que recibió hace cuatro meses en Roma, donde pudo constatar en primera persona lo que en estos días ha calificado como un “error devastador” que “nos golpea, nos indigna, nos entristece”.



Las llamadas escuelas residenciales promovidas por el Estado fueron, durante más de un siglo, espacios donde se vejó, incluso hasta la muerte, a miles de menores en lo que el Papa ha denominado “las políticas de asimilación y desvinculación”, que buscaban extirpar las raíces de los pueblos. Calificado como un ‘genocidio cultural’, la Iglesia no solo fue cómplice sino partícipe a través de estos orfanatos, prácticamente hasta hace solo unas décadas, a lo que se unió después cierta tibieza tanto de los católicos canadienses como de la Santa Sede a la hora de reconocer el daño causado y repararlo.

Así se explica el “grito de dolor” compartido por el Pontífice sobre el terreno en cada una de sus intervenciones. Sin titubeos ni vacilaciones. Con un gesto más que serio. Y en castellano, su lengua materna, para que no quedara lugar a dudas. “Estoy profundamente dolido: pido perdón por la manera en la que, lamentablemente, muchos cristianos adoptaron la mentalidad colonialista de las potencias que oprimieron a los pueblos indígenas. Estoy dolido”, expuso en la primera de sus alocuciones, que fueron correspondidas con ovaciones de respaldo.

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Nadie duda de la impagable labor que han realizado los misioneros en todos los confines del planeta, pero no menos cierto es que no siempre se ha sabido respetar a los pueblos originarios, pero tampoco comprender que el Evangelio, para que llegue al corazón, ha de implicar una sana, e incluso sagrada, inculturación, de la misma manera que Dios se hizo hombre en un tiempo y un pueblo concreto, con su lengua materna y sus costumbres.

Propósito de enmienda

Esta peregrinación penitencial conllevaba no pocos riesgos, puesto que podría pensarse en el viaje como un intento de maquillaje para tapar heridas más profundas no resueltas. Sin embargo, con su contundencia, sinceridad y cercanía, que transmitía un “compadecer con”, el Papa en estos días ha devuelto la credibilidad a la Iglesia canadiense, y así se lo han hecho ver los responsables de las diferentes etnias a través de palabras y gestos de acogida y autoridad.

A ello ha contribuido el propósito de enmienda que ya se está aterrizando a través de la comisión puesta en marcha por los obispos. No solo para responder con indemnizaciones económicas, sino para configurar un verdadero camino de reconciliación, como “artesanos de una historia nueva, tejedores de esperanza, constructores de futuro, artífices de paz”.

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