El cardenal Antonio Cañizares se jubila como arzobispo de Valencia con la creación de la primera comisión mixta en España entre la Iglesia y un gobierno autonómico. Su visión eclesial, social y política no ha sido ni mucho menos óbice para formalizar con el presidente socialista, Ximo Puig, un marco de cooperación estable que bien podría servir de referencia en tanto que facilitará el trabajo en materia social, educativa, patrimonial…
No en vano, la capacidad para la negociación del purpurado valenciano viene probada de lejos, ya que en 2006 le llevó a sellar el que hoy se aplaude como un acuerdo impecable en materia fiscal, el que permite que cada año sean los contribuyentes, y no el Estado, quienes decidan apoyar a la Iglesia con el 0,7% en su declaración de la renta. Entonces, hubo quien le cuestionó y subestimó por el mero hecho de sentarse con el Gobierno de Rodríguez Zapatero. Hoy nadie puede decir que claudicó de unos principios doctrinales que defiende a capa y espada, una rectitud que nunca se erigió como un muro para estrechar la mano al diferente, al que nunca ha visto como enemigo, sino como un compañero de camino, un complementario para avivar la cultura del encuentro.
