La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, cree que la Unión Europea debe “explorar posibles vías” para la creación de centros de deportación de migrantes irregulares fuera del territorio comunitario, una propuesta que ha llevado a la cumbre de líderes europeos.
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De esta manera, hace suyo el acuerdo negociado por el Gobierno italiano de Giorgia Meloni con Albania, donde ya ha comenzado a trasladar a migrantes que han solicitado asilo mientras se tramitan sus peticiones. Esta iniciativa sigue la estela de la cárcel flotante amarrada en la costa sur de Inglaterra para confinar a estas personas. En la misma línea parece ir la reconversión del aeropuerto de Ciudad Real en un centro de acogida.
Parches de indignidad
Sea cual sea la fórmula y el eufemismo que se utilice, estos espacios no dejan de ser cárceles de extrarradio enmascaradas, una bofetada contra los derechos humanos con tintes populistas que se configura como un fusión entre las devoluciones en caliente y los Centros de Internamiento para Extranjeros. Una vez más, se asoma la tentación de resolver con parches de indignidad un fenómeno global que exige una reflexión política con una madurez y humanidad que no llegan.