Cáritas Española invirtió 457,2 millones de euros en 2022 para acompañar a 2,8 millones de personas. Así lo recoge la memoria anual de la confederación eclesial, una labor de rescate a los más vulnerables que no se circunscribe únicamente a nuestro país.
De hecho, la vocación sin fronteras de la plataforma social ha hecho que haya aumentado hasta un 20% el número de personas atendidas en proyectos de cooperación, debido a la crisis humanitaria provocada por la guerra en Ucrania. En España, cerca de 220.000 personas recibieron ayudas para el pago de la vivienda o de los suministros.
La Iglesia como salvavidas
Estos datos ponen de manifiesto, una vez más, la labor impagable que ejerce Cáritas entre los últimos. Pero, a la par, saca a la luz una falta de compromiso real de las entidades públicas –ya sean locales, nacionales o internacionales–, para que verdaderamente se centren en erradicar la pobreza desde una defensa real de la dignidad humana y comprometida de los derechos humanos. Que la Iglesia ejerza de salvavidas para tantos habla de una amenaza de naufragio de las políticas sociales en el primer mundo y de la creciente imposición de la dictadura global de la indiferencia y el descarte.