La intención de voto de los católicos españoles apuntala el cambio de ciclo al que parecen apuntar prácticamente todos los sondeos. La ‘Encuesta sobre el comportamiento del votante católico ante las elecciones generales del 23-J’, elaborada por NC Report para Vida Nueva, refleja que los cristianos se volcarán el 23 de julio con el PP. O lo que es lo mismo, cuatro de cada diez creyentes confiarían en Alberto Núñez Feijóo como próximo presidente, con un respaldo de hasta ocho puntos más con respecto a la media de la ciudadanía.
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Más allá de constatar este vuelco, la encuesta deja tras de sí otras reflexiones nada desdeñables desde una óptica creyente. Por un lado, a los católicos les pesa más la economía a la hora de elegir, que asuntos vinculados a un sufragio confesional como el derecho a la vida o a la libertad religiosa. Además, cuando son preguntados si su fe personal, sus creencias y sus principios morales condicionan el voto, solo un 34,8% admite que sí, frente a un 58,6% del censo que no lo considera un criterio determinante.
En esta línea, se desmarcan de los pronunciamientos y opiniones vertidas tanto por el Papa como por los obispos, puesto que el 75,4% reconoce que les influye poco o nada a la hora de discernir su voto. No menos interesante resulta abordar la actitud crítica de los encuestados frente a los partidos políticos. El 56,1% de los creyentes considera que ninguno representa hoy los valores del Evangelio. Es más, cuatro de cada diez sentencian que los políticos utilizan la religión como arma electoral y tres de cada diez no tienen problema alguno en apuntar a Vox como la formación que más se sirve del hecho religioso para estos fines.
Esta madurez que se palpa en los electores, más allá del desapego eclesial, vendría a refrendar la reflexión que el secretario general de los obispos españoles, César García Magán, viene compartiendo en los últimos meses: “La Iglesia no tiene un partido político y no hay ningún partido de la Iglesia”.
Lejos del populismo
El estudio demoscópico de Vida Nueva habla de una pluralidad del votante católico que parece acercarse al 23-J en conciencia y con una mirada de Evangelio por el bien común. O lo que es lo mismo, lejos de acudir a las urnas con la nariz tapada, sin apresurarse para ir al confesionario tras depositar la papeleta o con la sensación de no encontrar en ninguna propuesta la horma de su zapato, esta convocatoria electoral invita a acercarse con un juicio de razón práctica, conscientes de que el Evangelio no se puede reducir a un programa electoral, ni el católico tiene por qué comulgar a pies juntillas con cada uno de sus puntos.
Eso sí, deben priorizar aquellas opciones que apuesten por la centralidad, alejadas de todo populismo de izquierda o de derecha, tomando la Dotrina Social como eje.