Con la publicación de la exhortación postsinodal ‘Christus vivit’, Francisco no busca cerrar capítulo en la relación de los jóvenes con la Iglesia para pasar al siguiente punto de la agenda papal. Más bien lo contrario. Se abren nuevas vías de tránsito, las del trabajo local para establecer líneas de acción concretas que permitan que el camino sinodal recorrido aterrice en iniciativas que logren conectar con la juventud de 2019.
El propio documento pontificio se presenta como un final abierto. Es más, el texto expresa explícitamente que su objetivo no es ofrecer un manual o una guía práctica sobre la pastoral con jóvenes, sino establecer los puntos de anclaje para que cada circunscripción eclesial desarrolle, desde la comunión y la sinodalidad, el plan que más se adecúe a su realidad. Entre estas primeras tareas para asumir por parte de episcopados, congregaciones y movimientos está la de traducir la propia exhortación a los jóvenes, en tanto que su extensión y estilo requieren separar los párrafos dedicados a los agentes pastorales de los puntos epistolares en los que el Papa se dirige a un joven de tú a tú para proponerle ser “protagonistas de la revolución de la caridad y del servicio”.
Y es que Francisco no escribe solo a las nuevas generaciones. Toda la Iglesia es receptora de esta exhortación. Ni tan siquiera se circunscribe únicamente a los responsables del trabajo directo con los jóvenes. El Papa plantea una implicación transversal para lograr que la comunidad de creyentes rejuvenezca. No se trata de quitarse años de encima, esto es, de borrar la historia eclesial para empezar de cero, pero sí de volver a poner en el centro a Jesucristo y de desprenderse de toda actitud que implique estar a la defensiva o que conlleve un carné de pureza a todo aquel que quiera traspasar el umbral de la sacristía. Frente a ello, ‘Christus vivit’ propone trabajar con libertad, creatividad y audacia para fomentar la experiencia del encuentro con Dios a través de la formación, de la oración y del servicio.
Con todas estas coordenadas, solo cabe poner ya toda la maquinaria en marcha en parroquias, centros educativos y medios digitales a través del diálogo intergeneracional y de la creación de líderes cristianos que, lejos de presentarse como militantes ideológicos, estén abiertos a dialogar con el diferente para construir juntos un mundo más fraterno. O lo que es lo mismo: los pilares del Reino de Dios.
Cristo nunca envejece. De ahí que sea el pilar de la exhortación. Él es el verdadero tratamiento antiedad, que nada tiene que ver un aderezo cosmético y sí con la savia para reciclar a la Iglesia, si esta quiere llegar al corazón de los hombres y mujeres de hoy, mayores y jóvenes.